En la entrevista que concedió el domingo, el presidente fue muy enfático al señalar que busca hacer un gobierno “predecible” y en el que la gente “sepa qué va a pasar”. Fue irónico, sin embargo, que dichas declaraciones fuesen el colofón de varias otras mediante las cuales profundizó las dudas que él mismo sembró recientemente acerca del rumbo que pretende darle a su gobierno.

Lo que se contrapone más a las buenas intenciones de predictibilidad del señor Humala, sin embargo, no son solo sus palabras. Son, más bien, varios actos de su gobierno que restan claridad sobre qué pueden esperar quienes quieren arriesgar su dinero en nuestro país.

Veamos algunos casos. Con Conga, el gobierno estableció que, para autorizar un proyecto extractivo importante, podía exigir a una empresa condiciones no previstas en ninguna ley. Por ejemplo, garantizar 10.000 puestos de trabajo directos que la empresa no necesita, la constitución de un fondo social o la construcción de infraestructura en la zona. Este precedente, sumado a los problemas que ha dejado la pésima regulación de la consulta previa, ha creado mucha incertidumbre sobre la viabilidad de los proyectos de las industrias extractivas.

La regla de que las reglas no importan se confirmó en el sector telecomunicaciones con la renovación del contrato de Telefónica. El Ejecutivo, nuevamente, decidió que le podía exigir a la empresa varios requisitos que ninguna norma prevé, como entregar gratuitamente 1.162 a Internet satelital para entidades públicas rurales o 11.000 a Internet DSL para entidades públicas en zonas urbanas, entre otros. ¿Cuáles serán las condiciones de renovación para los siguientes contratos? Nadie lo puede saber.

En el mercado de la energía, por su parte, el gobierno también ha sembrado su cuota de incertidumbre con el anuncio de que ampliará de distintas formas la participación de Petro-Perú y Electro-Perú. A fin de cuentas, es un gran riesgo entrar a competir con empresas estatales que tienen la enorme y desleal ventaja de recibir dinero del fisco y que pueden ser tratadas con guantes de seda cuando de fiscalizarlas se trata debido a que el fiscalizador y el fiscalizado son el mismo.

Asimismo, recientemente el gobierno ha decidido agregar incertidumbre a la inversión portuaria al entregarle a la Marina la supervisión de los puertos y la aprobación de su entrega en concesión. Ello, a pesar de que esta es una entidad que en el pasado burocratizó el comercio exterior y que tiene antecedentes de no estar comprometida con el ingreso de nuevos inversionistas privados.

Paralelamente, existen varios proyectos legislativos de la bancada nacionalista que amenazan con cambiar las reglas de juego radical e impredeciblemente en distintos sectores. Entre otros, para el agro existe la iniciativa de restringir el crecimiento de las empresas limitando la extensión de la tierra de la que pueden ser propietarias. Y para la banca existe un proyecto de ley que, de aprobarse, haría incierto cuánto pueden cobrar las entidades financieras por los préstamos que otorgan.

Estas medidas, sumadas a las últimas declaraciones del presidente que podrían llevar a pensar que el gobierno evaluaría cambiar el rumbo económico del país, no son pasadas por alto por los inversionistas. Según un sondeo del SAE de Apoyo Consultoría, más del 80% de empresas estarían descontentas con el gobierno. Una encuesta de la Cámara de Comercio de Lima muestra que un 70% de empresarios limeños afirma que las recientes declaraciones del señor Humala están afectando sus decisiones de inversión. Y la reciente caída del sol frente al dólar –a diferencia de lo que sucede en el resto del mundo– no podría ser más elocuente.

Los norteamericanos tienen una frase muy cierta: el animal más cobarde es el millón de dólares. Por eso, cuando el mismo Estado genera incertidumbre, no es difícil espantar a los inversionistas. Y, especialmente un gobierno como el del señor Humala, supuestamente interesado en el crecimiento y la inclusión de los más pobres, debería ser consciente de que la misma cobardía del millón de dólares la tienen los pocos soles que invierten los emprendedores de pocos recursos que hoy, con mucho esfuerzo, participan de la construcción de un nuevo Perú.

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