“Lima no puede parar”, rezó el eslogan que utilizó la alcaldesa Susana Villarán en su impetuosa campaña para intentar convencer a los limeños de que le diesen la oportunidad de conservar su cargo. Una tarea de convencimiento que resultó siendo harto difícil, pues los errores en su gestión sobraban. Por recordar solo algunos ejemplos, el desastre de La Herradura, los fatales eventos de La Parada, los funcionarios municipales que ‘coordinaban’ con los transportistas las bases de las licitaciones públicas de nuevas rutas, los vehículos inoperativos del serenazgo con circulinas alquiladas para la foto, el escándalo de la construcción de escaleras atribuida a esta gestión (pero que realmente habían sido construidas por la gestión pasada) o la propuesta de hacer una ciclovía interdistrital de 300 kilómetros como alternativa al problema del transporte.
Como todos sabemos, los ciudadanos de la capital, por un muy estrecho margen, le dieron a la alcaldesa la solicitada oportunidad. No obstante, no perdamos de vista que en aquella ocasión los electores revocaron a 20 regidores de Fuerza Social, como dejándole bien claro a la señora Villarán que era necesario enmendar el rumbo, corregir el tremendo festival de errores que venía cometiendo y, de una buena vez, hacer bien las cosas.
La promesa de que Lima no pararía si la alcaldesa mantenía su puesto, sin embargo, parece haber quedado en el mundo de las buenas intenciones. No se realizaron cambios estratégicos en las gerencias municipales que permitieran un importante golpe de timón al municipio. Además, en vez de enfocarse en objetivos claros y estratégicos ejecutados de la mano del PPC (agrupación que le brindó apoyo durante el proceso de revocatoria y que quería cooperar para que Lima encuentre de nuevo su norte), la señora Villarán prefirió jugársela por un ambiguo “acuerdo de ancha base”, que incluía a pequeñas organizaciones ideológicamente cercanas a ella pero que no aportaban nada al avance de la ciudad. No sorprende por ello que importantes proyectos de inversión no se ejecutasen, que las vías de Lima siguiesen atoradas, que el mercado de Santa Anita continuase con el mismo número de puestos que dejó la gestión pasada, que aún permaneciese funcionando La Parada, que las obras en la Costa Verde siguiesen retrasadas o que los ambulantes regresasen al Cercado.
Así, como si nada hubiese ocurrido, los errores continuaron o aumentaron y Lima, en buena cuenta, se detuvo (si es que no retrocedió). Y no lo decimos nosotros, sino que lo acaban de decir los limeños que el domingo, ocho meses después de la revocatoria, manifestaron su rechazo al gobierno edilicio, dándole a Tierra y Dignidad, la lista de aliados de la alcaldesa, tan solo el 7,6% de sus votos. Los mismos limeños que han preferido entregarle al Partido Popular Cristiano (PPC) la primera minoría del concejo edilicio y a Somos Perú la segunda (con el 29,6% y el 25,9% de sus votos, respectivamente).
No se necesita ser poseedor de una especial lucidez para entender el mensaje que las urnas le han intentado hacer llegar a la señora Susana Villarán: Lima está realmente cansada de su gestión y de la forma de gobernar de la izquierda que la acompaña.
Si la alcaldesa quiere evitar que se desperdicie lo que queda de su mandato, debería aliarse con las fuerzas políticas a las que sus electores han entregado el control del concejo (el PPC y Somos Perú) y cambiar a los gerentes incapaces de mostrar resultados. Además, haría bien en enfocarse en objetivos claros, entre ellos, dos de los que más reclama Lima: la reforma del transporte público y del comercio mayorista. No estaría de más, finalmente, que para estos fines redescubra el mismo entusiasmo que encontró para su campaña contra la revocación.
Es la segunda vez en el año que la democracia le envía el mismo mensaje a la alcaldesa. Ojalá que en esta oportunidad, por el bien de la ciudad, a la señora Villarán sí le dé la gana de escuchar. Y ojalá también que ahora sí haya aprendido que, cada vez que sus correligionarios de izquierda le sugieran seguir por el mismo camino, ella les debe responder: “No. Lima no puede parar”.