El paquete de medidas anunciado de urgencia el viernes por la noche por el presidente Humala constituye una muy buena noticia por varias razones. Acaso la principal sea que muestra que el Gobierno no es impermeable a la realidad que lo circunda. Enseña, más concretamente, que tiene conciencia de lo que la severa caída de la confianza empresarial que viene registrando diversos índices –desde los estatales del BCR hasta los de consultoras privadas, como Apoyo–, aunada a la caída de los precios internacionales de una de nuestras principales exportaciones, puede significar para el crecimiento y la reducción de la pobreza.
Comoquiera que todas las medidas dadas van dirigidas a quitarle viento en contra a la inversión, acaso el anuncio muestra también que el presidente tiene claro que sin esta no hay producción, ni sueldos, ni consumo, ni tributos. Si ese fuese el caso, hasta incluso podría haber valido la pena el susto que diversas declaraciones, proyectos y leyes del gobierno –o de su bancada congresal– han venido acumulando en los últimos tiempos en el empresariado, provocando por ejemplo que, conforme a Apoyo, el número de empresas que planea aumentar el ritmo de sus inversiones en los próximos seis meses sea ahora un tercio del que era hasta hace solo dos meses atrás. Podría haber valido la pena, esto es, si nos va a dejar vacunados para los próximos tres años del Gobierno de nuevos arranques contra la confianza. Nuestra historia reciente nos ha mostrado de una manera contundente cómo cada punto de crecimiento significa miles de personas que salen de la pobreza y sería verdaderamente absurdo hacer que estos puntos continúen reduciéndose por obra humana –o, mejor dicho, peruana.
Algunas de las medidas dadas mostrarían de una forma particularmente directa una toma de conciencia sobre lo anterior. Por ejemplo, la creación de un equipo ejecutivo para darle seguimiento a los principales proyectos de inversión que hay en el país, asumiendo, según parece, que cada uno de ellos significa más propulsión en el camino del Perú al desarrollo. O la simplificación que hace el Decreto Supremo 054-PCM del auténtico callejón oscuro de trámites administrativos por el que hasta ahora tenían que pasar, particularmente, los proyectos requeridos de certificaciones ambientales, aprobaciones de la Autoridad Nacional del Agua o certificaciones arqueológicas (el temido Certificado de Restos Arqueológicos, por ejemplo, que antes demoraba alrededor de un año y medio en ser obtenido, ahora deberá de ser otorgado o negado por la administración en 20 días, aplicándose de lo contrario el silencio positivo).
Las auspiciosas declaraciones del presidente Ollanta Humala en Colombia, por otro lado, ayudan también a dar soporte a la tesis de la lección aprendida y a renovar la confianza. En efecto, el presidente aprovechó la reunión de la cumbre de la Alianza del Pacífico para, en un gesto que podría interpretarse como voluntad de reencuentro, prometer que se dará a los inversionistas una hoja de ruta para los trámites que deben seguir. “Todo ello para que tengan la tranquilidad y la confianza de que estamos trabajando juntos: Estado y empresa”. Y agregó que si la proporción entre la inversión privada y la pública es de 75% y 25% respectivamente, “entonces tiene que mejorar la relación entre el Estado y la empresa”. También dijo que la empresa de hoy tiene una nueva cultura, un sentido de responsabilidad social que “nos ayuda mucho a consolidar la paz social que requiere un país que quiere continuar avanzando como el Perú”.
Sí esta última actitud del presidente y su gobierno, en fin, ha llegado para quedarse, y no es solamente flor de un día en que se descubrió la crisis, entonces hay mucho de bueno que augurar de acá hasta el 2016. El Perú aún tiene considerable viento a favor y está lleno de emprendedores de todo tamaño –aunque especialmente pequeños– con todas las ganas y la creatividad necesarias para avanzar hacia adelante, trabajar, y seguir creando, cada año, más riqueza.