Sucede algo curioso con la posibilidad de que la señora Nadine Heredia postule a la presidencia en las próximas elecciones. Ella niega que abrirle camino a dicha opción esté en su agenda. Pero, por alguna extraña coincidencia, aquella posibilidad sí existe en la agenda de muchas otras personas que podrían ayudar a viabilizarla, o que podrían tener interés en que se convierta en realidad.

Durante el 2012, mientras ocupaba la presidencia del Congreso, Daniel Abugattás se mostró a favor de una modificación de la Ley Orgánica de Elecciones (LOE) para eliminar la prohibición de que la primera dama postule a la Presidencia de la República. Pocos meses después, la misma ONPE presentó un desafortunado proyecto de ley en ese sentido. En noviembre del año pasado, los presidentes del Jurado Nacional de Elecciones, Francisco Távara, y del Tribunal Constitucional, Ernesto Álvarez, llamaron la atención pública al señalar que la Constitución no impide la postulación de la primera dama, como sugiriendo que bastaría una modificación legal, o una eventual demanda, donde se cuestione la constitucionalidad de la LOE para salvar el escollo que esta última supone (aunque ambos atemperaron sus declaraciones después de la ola de críticas que despertó su aparente entusiasmo por la candidatura de la esposa del señor Humala). El mismo mes, además, el titular del Consejo Nacional de la Magistratura, Gastón Soto Vallenas, declaró que “una ley no puede ir más allá de la Constitución”, por lo que el JNE podría inaplicar la LOE. En enero de este año, por otro lado, Víctor Isla, actual presidente del Congreso, afirmó que buscaría que el proyecto presentado por la ONPE se discuta lo más rápido posible (luego de lo cual el proyecto tuvo que ser retirado por la controversia que causó este punto). El mes pasado, finalmente, la ministra Ana Jara terminó enredada en sus propias palabras cuando primero declaró que Nadine “es un buen cuadro político para el partido y el Perú, que está lista para asumir cualquier reto en el futuro” y luego intentó corregirse señalando que sus afirmaciones no constituían el lanzamiento de una candidatura.

Si a la señora Heredia realmente no le interesa postular en las próximas elecciones, ¿por qué tanta gente se encuentra aparentemente dispuesta a facilitar que eso ocurra o es tan entusiasta con esa posibilidad?

No hay que pecar de ingenuos: por más que no lo quiera admitir abiertamente, el oficialismo tiene un enorme interés en que la primera dama sea su candidata para los comicios presidenciales por la sencilla razón de que es la opción más carismática y popular que puede presentar. Y a nadie debería extrañarle que ya esté jugando sus cartas. De hecho, llama la atención que la señora Heredia aparezca junto a su esposo en casi toda inauguración de obras, evento para publicitar los logros del gobierno u otro escenario donde pueda exhibir su imagen y cosechar eventuales votos.

Todo esto, sin duda, trae razones para preocuparnos. Y es que, como señaló el fin de semana la señora Heredia, ella y su esposo son un “equipo” y siempre lo han sido , por lo que elegirla a ella en el 2016 sería sinónimo de reelegir al equipo que actualmente gobierna. En ese escenario, se violaría el espíritu de la Constitución que prohíbe la reelección presidencial para evitar que el gobierno caiga en dos riesgosos comportamientos. El primero, que tome medidas populistas buscando sumar votos. El segundo, que, guiado por intenciones autoritarias, mantenga el poder el tiempo suficiente hasta capturar a las instituciones que están ahí para limitarlo.

Esta lección ya debería estar bien aprendida porque la década de 1990 nos la enseñó a golpes: el aparato populista y de corrupción de Fujimori pudo instalarse gracias a la posibilidad que tuvo de seguir reeligiéndose. Lamentablemente, al convenir a las agendas de muchas personas que Nadine Heredia postule en el 2016, este peligro es uno que podríamos volver a enfrentar.