Puede que, instintivamente, la idea del congresista Omar Chehade cuidando de sus hijos no le dé mucha confianza. Si ese fuese el caso, una lectura de su proyecto de “ley de protección al menor de contenidos pornográficos en Internet” –que ya está en la Comisión de la Mujer del Congreso– seguramente le serviría para confirmar que sus instintos son certeros.

No nos malentienda: el peligro que vemos en el susodicho proyecto no quiere decir que no seamos conscientes también de la profunda falta de sentido común que este exhibe. Sucede simplemente que este es uno de esos casos en que lo absurdo no resta al filo.

Vale la pena, sin embargo, que nos detengamos un momento en lo absurdo. El proyecto crea una comisión –la Comisión de Protección al Menor de Contenidos Pornográficos– formada por siete personas –incluidos representantes de tres ministerios– cuya permanente función será localizar todas las páginas de Internet que tengan un contenido que ella considere “sexualmente explícito” u “obsceno” para, luego de incluirlas en una base de datos, supervisar que los proveedores de servicios de Internet se encarguen de bloquearlas. Es decir, crea una entidad estatal con el encargo de salir a visualizar todo el porno del mundo, concentrarlo en una especie de Aleph de la obscenidad, y ponerle un muro que le impida penetrar en las computadoras del Perú (salvo para el caso de los adultos que explícitamente soliciten levantar este bloqueo de su dirección de IP).

Desde luego, no se sabe si la comisión aprovechará para tomarse más tiempo del estrictamente necesario en su viaje por estas páginas. Podemos afirmar,sí, que será irrelevante que lo haga o no: de cualquier forma, como lo sabe cualquier usuario de Google, su tarea es imposible. Parecida, de hecho, a la del niño que, según cuenta San Agustín, intentaba meter toda el agua del mar en el hueco que había hecho en la arena. Con la diferencia, claro, de que el de las páginas webs es un mar que se renueva y reproduce a cada segundo.

Por otra parte, hay que mencionar que esta labor imposible que el proyecto pretende que haga el Estado para proteger a los niños del Perú en representación –suponemos– de sus padres se vuelve mucho más factible cuando se deja en manos de estos mismos padres. No en vano existen, por ejemplo, programas gratuitos que uno puede descargar de Internet y que permiten monitorear lo que hacen sus hijos cuando navegan en la web.

Ahora bien, que el proyecto no pueda lograr su cometido y bloquear todo el contenido obsceno de Internet no quiere decir –y acá vamos a lo peligroso– que no pueda servir para bloquear algún contenido específico dentro de esta. Algún contenido, por ejemplo, que pueda resultar incómodo al gobierno de turno (gobierno que, al menos durante los primeros años de vigencia de este proyecto, sería el del partido del señor Chehade). Ciertamente, esta consideración podría ayudar a explicar –como un acto fallido– la desconcertante referencia que hace la exposición de motivos del proyecto a China, Rusia, Irán y Cuba (solo falta Corea del Norte) como ejemplos de países en los que se han aprobado leyes similares.

No vaya a pensarse, por otra parte, que esta conexión entre lo “obsceno” y una eventual censura de contenido informativo o de opinión que pudiera resultar incómodo a un gobierno es demasiado forzada. Al menos a partir de ciertos niveles, lo “obsceno”, igual que la belleza, suele depender del ojo del que observa. Y así, no hay motivo, por ejemplo, para el que un video “sexualmente explícito” de, digamos, la cantante Miley Cyrus no pueda servir para ocasionar el bloqueo de la web de algún periódico, por ejemplo. Por otro lado, páginas como You Tube o Word Press, que tienen videos y blogs con información política, exhiben también cuantioso contenido que sería catalogado como obsceno por muchísimas personas.

En suma, lo que el congresista Chehade ha presentado es un proyecto que no servirá para bloquear la llegada por Internet de la pornografía a los niños del Perú, pero que sí podría muy bien funcionar como espada de Damocles sobre los medios de comunicación del país. Si el Congreso quiere, pues, encontrar algo en que valga la pena usar su poder para bloquear, en este proyecto tiene una oportunidad ideal.