La norma que rigió nuestra última elección, aunque poco intuitiva, era simple. El Sí servía para que la señora Villarán deje el cargo; el No para que se quede. Y lo mismo se aplicaba a cada uno de los 39 regidores del Concejo Municipal. Las reglas del juego también mandaban que si se revocaba a la alcaldesa o si el número de regidores revocados superaba el tercio, se convocaría a una nueva elección para suplir los cargos vacados. Bajo esta ley fuimos a las urnas el domingo 17 de marzo.

Pues bien, ese día la mayoría de limeños votó, si bien por un estrecho margen, para que la alcaldesa conserve su cargo. El electorado que la salvó a ella, sin embargo, rechazó a 20 de los 21 regidores que su partido (FS) tenía en el concejo. El regidor que se salvó, por su parte, lo hizo por muy poco.

Los analistas ya estaban comenzando a hablar de las siguientes elecciones cuando el teniente alcalde, Eduardo Zegarra, salió en una conferencia de prensa a salvar a la ciudad de su propio voto: “Lima no merece entrar a otra elección, nos parece que esa no ha sido la voluntad de la población de la ciudad”, declaró una vez conocidos los resultados preliminares. Y esta semana ha pedido al Congreso que haga una ley para disponer que la revocación de regidores no conduzca a una nueva elección, sino al ingreso de los accesitarios de los revocados, aplicando, desde luego, esta nueva regla a la elección de marzo.

Pese al tono de compromiso cívico que la ha acompañado, la propuesta, antes que otra cosa, es poco pudorosa. Y lo es por varias razones que se suman en ella, una sobre la otra, cuales capas en una torta hecha toda de impudor.

Primera capa. El teniente alcalde está pidiendo una ley retroactiva que sirva para cambiar los resultados de un juego que ya se jugó.

Segunda capa. El teniente alcalde está justificando el pedido descrito en un conocimiento privilegiado que él tendría sobre la voluntad real de la mayoría que votó en marzo (más allá de la voluntad que esta efectivamente expresó en las boletas de votación). Así, lo que el señor Zegarra está afirmando es que él sabe que las personas que les dijeron a 20 regidores de su partido “váyanse” querían al mismo tiempo que esos 20 regidores fueran reemplazados por otros 17 de su mismo partido y por 3 más de su flamante aliado, el PPC (que es lo que ocurriría puesto que FS no tiene suficientes accesitarios), en lugar de tener la opción de elegir a sus reemplazos.

No sabemos si el señor Zegarra puede tener la anterior certeza a base de algún don telepático o de otro tipo. Ciertamente, si uno usa solo las facultades humanas naturales, es muy sostenible la interpretación contraria a la que él da: que al rechazar a los regidores las personas rechazaron al partido más que a los individuos. No en vano los regidores no son elegidos individualmente (marcando un número) sino a base de los votos de sus partidos y la enorme mayoría de votantes no puede identificar a más de un puñado de ellos (si acaso). Pero claro, esta es solo la hipótesis más probable sobre la voluntad expresada en marzo: nosotros no tenemos una bola de cristal como para afirmar esta interpretación de forma absoluta. Lo que sí podemos afirmar, sin embargo, es que la ley decía que si los electores elegían revocar a los regidores, entonces la consecuencia sería que se llamaría a nuevas elecciones. Y podemos afirmar también que la democracia solo puede funcionar ahí donde se asume que las personas saben lo que hacen cuando eligen lo que eligen en sus boletas de votación.

Tercera capa. El teniente alcalde está usando su aparente don de clarividencia de una forma que conduce a que su partido mantenga una posición de dominio en el concejo. Después de todo, cuando el señor Zegarra “leyó” lo que subyacía a la voluntad ciudadana expresada en las elecciones, ¿qué fue lo que leyó? Pues que el pueblo quería que su partido mantenga el poder. No es por gusto que los 17 accesitarios de FS más su regidor no revocado suman 18 regidores, lo que, contando con el voto dirimente de la alcaldesa, la colocan a un solo voto de mantener la mayoría absoluta en el concejo. En cambio, si como la ley manda, se va a elecciones, nada está asegurado para FS y más bien no parece probable que pueda alcanzar esos mismos 19 votos.

La cereza. La propuesta no parece haber escandalizado particularmente a nadie pese a sus ribetes antidemocráticos y contra el Estado de derecho. De hecho, varios congresistas ya la han hecho suya.