Jaime de Althaus

Hemos tenido una de las caídas económicas más fuertes del mundo y uno de los peores resultados sanitarios, y vamos a perder los importantes avances sociales y el gran capital de solidez macroeconómica que habíamos acumulado. Hay una responsabilidad clara en la calidad de los liderazgos ministeriales, comenzando con el , pero detrás de eso hay una ideología de fondo que lleva a desconfiar del sector privado y a desconocer el sector informal. El presidente solo estableció una relación directa con la teleaudiencia, para dar la imagen del hombre que estaba en control de todo. Con la empresa privada, practicó el absoluto.

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Tempranamente se encargó a dos laboratorios privados importar y procesar pruebas moleculares, pero luego se les retiró el encargo y el Instituto Nacional de Salud (INS) concentró la tarea con gran incapacidad. Nos quedamos sin pruebas moleculares.

La cuarentena fracasó y la gente salió a las calles y se contagió, porque se prefirió el clientelismo municipal para repartir canastas de alimentos en lugar de aprovechar la capacidad logística privada, mucho más potente incluso que la de las Fuerzas Armadas. Lo peor es que luego del evidente fiasco municipal, se abandonó el tema en lugar de ir a un plan B. Recién ahora se va a hacer, con la SNI, cuando la cuarentena está a punto de terminar.

Si la cuarentena no funcionaba, o para que no durara tanto, había que ir a una estrategia sanitaria inteligente que aislara infectados y cortara la cadena de contagios. Varias empresas ofrecieron desde marzo plataformas geomáticas para hacer seguimiento de casos y contactos, y fueron rechazadas. Solo la Marina adoptó una. Recién el 14 de abril se lanzó una estrategia sanitaria inteligente, Te Cuido Perú, que debía abastecer de alimentos y cuidados a las infectados y sus familias, para que no salgan. Pero se repitió el error de despreciar la capacidad logística privada y el Instituto de Defensa Civil (Indeci) apenas pudo atender al 10% de los contagiados diarios.

El programa fracasó y fue reemplazado por Tayta, que testea y atiende con medicamentos a las poblaciones vulnerables de los barrios más infectados, una estrategia focalizada, complementada ahora con más equipos de respuesta rápida para ubicar contagiados y tratarlos tempranamente para que no sobrecarguen los hospitales. Pero siguen sin aplicativo geomático y sin abastecimiento de alimentos.

Cuando ningún país minero cerró su minería, el Perú sí. Lo mismo con la pesca industrial. La estrategia de reapertura desconoció la lógica del mercado y redobló con entusiasmo una sobrerregulación que es la causa histórica de la informalidad. La ministra de Trabajo parece empeñada en destruir todos los empleos que pueda. Al 16 de junio, solo el 1,1% de las 28.178 solicitudes de suspensión perfecta presentadas habían sido aprobadas, y las subastas de Reactiva II, ahora sí para las microempresas, no salen porque se quiere condicionar el otorgamiento de créditos a que no se haya dado suspensión perfecta. No entiende que hay que salvar a las empresas para salvar el empleo.

Con tanto peso encima, originado en preconceptos ideológicos, las empresas no pueden surgir y las informales no se pueden formalizar. La recuperación va a requerir la mayor libertad económica posible, para que los emprendimientos puedan volar. Tenemos que conseguirla.

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