El voto blanco y viciado pasó de 43% el 19 de enero a alrededor de 18% el día de la elección. Es decir, 25% de electores optó por votar por un partido en la última semana. (Foto: Lino Chipana/GEC)
El voto blanco y viciado pasó de 43% el 19 de enero a alrededor de 18% el día de la elección. Es decir, 25% de electores optó por votar por un partido en la última semana. (Foto: Lino Chipana/GEC)
/ LINO CHIPANA OBREGÓN
María Alejandra Campos

La sorpresa por los resultados electorales ha traído consigo algunas conclusiones apresuradas. Por ejemplo, que las encuestadoras se equivocaron, que este representa al ‘verdadero’ Perú o que ciertos partidos han obtenido grandes triunfos electorales.

Me parece necesario contrastar estas ideas con evidencia para aclarar un poco el panorama de qué tanto podemos aprender de estos comicios parlamentarios.

Lo primero es que las encuestadoras no se equivocaron. Por el contrario, registraron con precisión la indecisión de la población hasta una semana antes de las elecciones. Debido a una prohibición anacrónica del Jurado Nacional de Elecciones, las encuestas solo pueden ser publicadas siete días antes de la votación. Por ende, la última foto registrada por Ipsos Perú y El Comercio varió del resultado final en la medida en la que las preferencias electorales de los ciudadanos se modificaron también. Así, el voto blanco y viciado –inválidos de ahora en adelante– pasó de 43% el 19 de enero a alrededor de 18% el 26 del mismo mes. Es decir, 25% de electores optó por votar por un partido en la última semana.

Este descenso estrepitoso en los votos inválidos para elegir parlamentarios no es normal. En las elecciones del 2016, los inválidos aumentaron 5 puntos en la última semana. En la elección del 2011, cayeron apenas 3 puntos en el mismo lapso. Una pregunta que requiere mayor investigación, entonces, es qué hizo cambiar de opinión a los electores tan rápido. ¿Por qué no mantuvieron su intención de votar en blanco o viciado? Ensayo una hipótesis: tal vez el aumento en la penetración de Internet y tenencia de smartphones hizo que la campaña en redes en contra del voto inválido trascendiera a sectores donde hace unos años no hubiese llegado.

Sobre la representatividad del Congreso, es importante poner las cosas en su correcta magnitud. Este Congreso nos representa muy poco. El partido más votado obtuvo apenas 8% de los votos emitidos. La cuarta parte del país no fue a votar. El 26% de los votos recayó en partidos que no pasaron la valla. Si, como en elecciones anteriores, solo la mitad usó el voto preferencial, apenas el 28% de peruanos habría decidido quiénes entran al Congreso.

Además, es razonable pensar que los votantes que migraron al voto válido en la última semana están menos interesados en la política y se sienten menos comprometidos con su elección que aquellos que ya habían optado por una alternativa con anticipación. Así, si algo representa a este Parlamento, es la decadencia del ‘establishment’ político nacional y la falta de alternativas atractivas para los ciudadanos.

Finalmente, sobre la percepción de que hubo partidos que capitalizaron grandes porciones de las preferencias electorales en la última semana, como el caso del y Unión por el Perú, me temo que es menos impresionante de lo que parece. Del 25% de electores que decidieron en esos siete días sin encuestas, ningún partido captó más de cinco puntos. Si comparamos el conteo rápido de Ipsos con su último simulacro, encontramos que el Frepap aumentó 4,7 puntos, Podemos 4,3 y UPP 4,1. El resto de la torta se repartió entre 13 partidos.

En cuanto a por qué tanta gente decidió votar por el Frepap, creo que lo prudente es esperar a la próxima encuesta y preguntarle directamente a la población, en lugar de valernos de conjeturas para explicar el fenómeno.