Saber ganar, la columna de Diana Seminario
Saber ganar, la columna de Diana Seminario
Diana Seminario

Muchas son las teorías sobre las razones que llevaron a Pedro Pablo Kuczynski a ganar las elecciones, cuando una semana antes las encuestas lo ponían cinco puntos por debajo de . Fue tanta la sorpresa que ni el propio podía creerlo y así se lo reveló a Augusto Álvarez Rodrich: que recién el martes empezó a ser consciente de que estaba ante una inminente victoria. Ni los sondeos a boca de urna ni los conteos rápidos lo entusiasmaron.

Fueron más bien sus más conspicuos aliados los que cantaron victoria desde el primer minuto. Cada uno atribuyéndose para sí una milésima del ajustado triunfo, y en muchos casos, con el menor respeto por su oponente.

Vale destacar la serenidad de Kuczynski no solo al asumir los resultados en el momento en que debió hacerlo, sino también –y eso esperamos– en saber aquilatar a quién agradecerle su apretado triunfo.

Así como se habla de saber perder, es muy importante en estas circunstancias saber ganar. El oponente está herido, enrostrarle los errores en la cara, burlarse del caído y jactarse de la victoria no es lo mejor para empezar a intentar tender los puentes con una agrupación que se ha convertido en la primera fuerza política del país. Y este punto concreto no alude a PPK. A quien le caiga el guante…

Lo que sí lo alude directamente es su respuesta a las disculpas que, le reclaman, debe ofrecer a Keiko Fujimori antes de intentar un acercamiento. Sus más fanáticos seguidores creen que esto no es necesario, y hasta estarían tratando de convencerlo para no hacerlo.

Ayer en entrevista con El Comercio, ante la pregunta “¿El fujimorismo representa al narcoestado?”, contestó: “No necesariamente, pero ahí tienen a algunos jugadores que están bajo sospecha”. Esa respuesta, que puede ser objetivamente cierta, no ayuda a sanar las heridas. Quizá decir “será la justicia la que finalmente se encargue de esto” evitaría poner más sal a la herida.

Y cuando le preguntan quién debe disculparse primero, responde: “Yo no tengo orgullo. Yo me disculpo. Pero la verdadera disculpa es al Perú”, o si no “la verdadera disculpa no es del uno al otro, sino al Perú”. Esas afirmaciones, que parecen más fruto del ‘media training’ que de un verdadero sentimiento, suenan bien en una campaña, pero no sirven para crear los consensos que como mandatario está obligado a hacer, o al menos intentar. La campaña ya terminó, no es momento de ganar votos ni sumar adeptos, es hora de hablar con valentía y sinceridad, poniendo al país por delante. Sus aliados de la última semana no le van a dar la mano cuando las papas quemen, podrían echar más leña al fuego.

Y quizá lo más importante, que incluso fue más efectivo que aquel “hijo de ladrón es también ladrón”, es rectificarse en haber trazado la cancha entre democracia y dictadura. Es momento de que PPK reconozca públicamente –porque lo sabe, solo que no podía decirlo–, que la segunda vuelta la disputaron dos organizaciones democráticas, y que una de ellas –en elecciones también democráticas– logró colocar 73 parlamentarios gracias al voto popular.

Por último, el domingo pasado ningún voto fue superior, y el 49,8% de peruanos debe saber, de boca del presidente electo, que ellos también votaron por la democracia.

No es tan difícil, señor Kuczynski, y usted lo sabe. Recuerde sus mensajes de hace algunos años nomás.  

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