No es novedad que un discurso como el de Antauro y sus seguidores tenga acogida. Hay grupos en diversas regiones que ven con atención y difunden estas ideas desde hace años. (Foto: GEC)
No es novedad que un discurso como el de Antauro y sus seguidores tenga acogida. Hay grupos en diversas regiones que ven con atención y difunden estas ideas desde hace años. (Foto: GEC)
Eduardo  Dargent

¿Cabe alarmarse por el voto de ? ¿No es exagerado gritar ¡fuego! antes de tiempo, sumándose a esa exagerada Lima que ante lo que no entiende denuncia conspiraciones y anuncia horrores? ¿No es acaso prematuro sacar conclusiones con un resultado que no llega al 5% de la población electoral? Además, no puede postular en el 2021 y la estrategia de inscribirse como cabeza de plancha para ser retirado seguro no sería igual de efectiva que esta vez. Eso si UPP sigue dispuesto a jugar con él en pared y si el desempeño de su bancada no les hace perder novedad.

Hay razones para pensar que ese voto no se repetiría el próximo año. Con todo, creo que también hay en estos resultados razones para preocuparse. Tanto por ser el de UPP un mensaje atractivo para un grupo importante de compatriotas como por la debilidad de los actuales liderazgos y partidos.

No es novedad que un discurso como el de Antauro y sus seguidores tenga acogida. Hay grupos en diversas regiones que ven con atención y difunden estas ideas desde hace años. Si bien no es correcto asimilar al etnocacerismo con los licenciados del Ejército, como bien señala Carla Granados en un agudo artículo sí parece cierto que el mensaje de UPP engarza bien con las demandas e intereses de estos sectores. Hay un mensaje redistributivo, nacionalista, anticentralista y autoritario que recoge demandas muy presentes en diversas regiones que es repetido y difundido por estos actores. Y Antauro Humala hoy lo representa.

¿Qué tanta acogida puede tener entre la población? Quizá su techo esté alrededor de ese 7% u 8% que hemos visto esta vez, incapaz de ingresar a zonas urbanas donde son otros los mensajes atractivos (algunos no menos peligrosos). Pero considero que con más publicidad y tiempo de campaña el atractivo sería mayor, engarzando con la débil legitimidad del sistema que nos muestran los resultados electorales.

Hay, además, razones de contexto que hacen más fuerte esta opción. Para comenzar, en la próxima elección probablemente tampoco haya una izquierda unida y coordinada que sirva de dique. Sin izquierda atractiva, que busque representar a estos sectores críticos y canalizar sus demandas, el peso de este discurso duro se incrementa.

Segundo, la fragmentación actual hace que no sea mucho lo necesario para ser un actor central en la elección. Se suele hacer bullying a la izquierda por sus divisiones. No perdamos de vista que este es un problema general. Líderes convencidos que con suerte y buenas campañas pueden llegar a segunda vuelta y ganar. Incentivos para la dispersión.

Esta incapacidad de actuar en conjunto de quienes se parecen ideológicamente no solo es un problema electoral, sino de gobernabilidad. Llegan al poder sin bancadas y sin cuadros de gobierno. Hoy por hoy, entonces, nada garantiza que haya candidaturas fuertes. Hay espacio para que un extremo como este sea actor central.

La responsabilidad de cerrar esta y otras alternativas dañosas depende, en buena cuenta, de quienes hoy tienen algo que decir en partidos débiles pero todavía relevantes. Hacerlo requiere vocación de renuncia y reconocer lo difícil que es gobernar el país si se gana. Virtudes escasas en el sistema político actual. Sin alarmismo, entonces, sí quiero hacer sonar una alarma.