Ya se sabe que Joseph Goebbels fue un cruel delincuente que sirvió al régimen nazi haciendo propaganda para disimular o justificar, según los casos, los crímenes más atroces. Se sabe también, sin embargo, que como propagandista fue bastante efectivo. Tanto, de hecho, que un profesor de psicología de Yale consideró en los años cincuenta que valía la pena sistematizar las técnicas que utilizó el nazi en una serie de principios que serían conocidos a partir de ahí como los principios de propaganda de Goebbels.

Pues bien, esto viene a cuento por un aparentemente indignado aviso que fue publicado esta semana en un diario de circulación nacional en el que (a página completa) se pretendía responder –entre otros medios– a nuestro editorial sobre el caso de los nahuas que denunciaron estar siendo utilizados por una serie de connotadas ONG para bloquear el proyecto de expansión de la explotación gasífera de Pluspetrol en el lote 88.

Este comunicado ha ofrecido un ejemplo de libro de texto sobre la utilización de uno de los principios más famosos de Goebbels: el llamado principio de silenciación. Principio que, en términos claros, puede traducirse así: “Si te confrontan con realidades que no tienes cómo negar, ponte a discutir otra cosa”. A lo que, con agudeza criolla, los autores del aviso en cuestión parecen haber agregado: “Y si esto supone poner en boca de tu opositor cosas que él no ha dicho y colocarte a ti en la confortable posición de defender con indignación moral derechos humanos que nadie ha negado, tanto mejor”.

En efecto, el aviso en cuestión contiene el siguiente mensaje central, el mismo que, en grandes negritas, le sirve de título: “Sí existen pueblos indígenas en aislamiento voluntario en el Perú, son peruanos y también tienen derechos”. ¿No es una muestra de talento goebbeliano? Ese “sí existen”, aclaratorio, deja la idea de que alguien –léase, nosotros– ha dicho que “no, no existen”.

El anterior mensaje central es complementado luego en el aviso con una serie de referencias a informes sobre esta existencia –como para que no quede duda de ella–, a su reconocimiento legal nacional e internacional, a la vulnerabilidad de estos grupos frente a enfermedades comunes y frente a otros fenómenos como la “progresiva militarización del Vraem”, a la indiferencia del Estado y a la labor altruista de las ONG que defienden “sus derechos humanos”, etc. Después de eso, el aviso básicamente pasa a exigir al Estado políticas para proteger a estos pueblos y “garantizar la vida y la salud como bienes supremos”, y da también diversas estrategias y caminos para lograr esto.

Es decir: no hubo ni una sola palabra que desmintiera lo que dijimos en nuestro editorial, que era, resumidamente, lo siguiente. Primero, que los representantes de la comunidad nahua cercana al lote 88 han denunciado –incluso por escrito, y con la firma y huella digital del presidente de la comunidad– estar siendo utilizados en una campaña en la que se toma su nombre para decir que se oponen a la antes mencionada ampliación, pese a que, en sus palabras, ellos “trabajan en armonía con Pluspetrol” y tienen más bien interés en usar los fondos que la explotación petrolera ha posibilitado para mejorar su salud y educación. Segundo, que los representantes de esta comunidad han denunciado que las ONG que usan su nombre para esta campaña jamás les han consultado su opinión en el tema y que, de hecho, les impidieron entrar al desayuno-conferencia que, como parte de la antes mencionada operación, estas ONG organizaron en Lima bajo el elocuente título de: “Nahua, vida, salud y extracción de gas natural”. Tercero, que representantes de la misma comunidad han dicho que la carta que recibió el Ministerio de Cultura en que se manifiesta la oposición de la comunidad al proyecto tenía firmas falsas y han implicado que esta habría sido propiciada por algunas de las mencionadas ONG.

En suma: que se estaba intentando usar a los nahuas de Santa Rosa de Serjali, con prescindencia de su opinión y aun en contra de ella, para intentar bloquear un proyecto gasífero. Y que existe una gran hipocresía cuando se dice luchar por los derechos humanos de alguien a quien ni siquiera se ha consultado su opinión.

A esto es a lo que –si hubiera podido– debió contestar el aviso, en lugar de salir a decirnos que sí existen los no contactados, y los incipientemente contactados, y también la Amazonía, y etc. Y esto es lo que aún tienen por responder en su próxima comunicación. De lo contrario, la siguiente vez que nos acusen de ligereza y falta de información, tendremos que contestarles, muy tajantemente, que sí, existe la luna.