Historia de una leguleyada, la columna de David Rivera
Historia de una leguleyada, la columna de David Rivera
David Rivera

Hagamos un poco de memoria. Cuando las fallas de Todos por el Perú (TPP) para la inscripción de su candidatura presidencial saltaron a los medios, todo parecía sencillo si uno se dejaba guiar por lo que decía la mayoría de ellos y la mayor parte de opinólogos. Falla = incumplimiento de normas = nulidad del proceso de inscripción.

Luego nos enteramos de que el derecho era algo más complejo. Que había conceptos como el de los actos nulos y anulables, que los segundos eran subsanables, que podían serlos los errores de TPP. También que había criterios como el de proporcionalidad entre la falta y la sanción. Si uno tuviese que seguir la “lógica” de los ejemplos cotidianos que han intentado utilizarse, podría “argumentar” que no todas las faltas automovilísticas implican que te quiten el brevete. Que hay niveles de sanción para cada falta.

En paralelo nos enteramos que prácticamente ningún partido político cumplía con los requisitos establecidos por la ley, pero que sí sabían cómo hacer para que pareciese que sí lo habían hecho (en los próximos días continuaremos en “Poder” con la historia de Alianza Popular). Y así, mientras nos desgarrábamos indignados por los plagios de , aceptábamos en paralelo que la criollada era válida, que el problema era de los partidos que no sabían cómo hacer para aparentar lo que en realidad no había sucedido. Que el jurado y algunos medios podían perdonar el pecado, mas no el escándalo.

La historia continuó, TPP presentó su apelación y de pronto la famosa asamblea de enero no debía considerarse válida. ¿Por qué? Por una sospecha. Quienes intentamos salirnos de la lógica simple que planteamos al inicio de esta opinión, nos convertimos en ‘guzmanlovers’, en pro gobiernistas, en repentinos sospechosos comunes de un lazo entre Palacio y el candidato de TPP. Mientras todo esto ocurría, el candidato se consolidaba en las encuestas y crecía en los sectores económicos y zonas del Perú menos esperados. Las instancias electorales decidieron tomarse su tiempo, medir las repercusiones que podían tener sus resoluciones, y así llegamos a marzo.

Y de pronto, el Jurado Electoral Especial, luego de aceptar la candidatura de Julio Guzmán, sacó un as debajo de la manga que ha puesto contra la pared no solo la candidatura de TPP, sino también al JNE, el que ahora sí con premura deberá pronunciarse a más tardar mañana. El cambio de 180° en la posición del JEE, en unos pocos días y sin ningún nuevo argumento sólido, no generó sospecha alguna, pregunta mínima. No había nada que investigar, que cuestionar. Era hora de volver al argumento simple, fácil, a esa actitud que los políticos con calle han aprendido a aprovechar muy bien. 

Y aquí estamos, a 33 días de las elecciones y a dos días de que la ONPE imprima el padrón electoral, sin saber si el segundo candidato en las preferencias participará o no, si tendrá la capacidad y el soporte para dar la pelea política y revertir una trama mal montada pero bien aceptada. Mientras esto sucede, ya comenzó la guerra sucia contra los siguientes posibles segundos. Veremos ahora si es verdad que todo vale por igual para todas las guerras.

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