Trascendió la semana pasada que varios bancos y entidades financieras decidieron incrementar algunos cobros de servicios a sus consumidores. Como mencionó nuestro Diario, algunos clientes y usuarios habrían estimado que los aumentos fluctuarían entre 5% y 15% de los precios originales.

Ciertamente, la primera impresión que se puede llevar el consumidor financiero de este tipo de servicios es que debe haber gato encerrado (por no decir otra cosa) en este súbito incremento. Y quizá algunos piensen que los banqueros avariciosos simplemente quieren generar más utilidades a costa del engañado usuario.

Pero antes de realizar juicios apresurados, vale la pena averiguar el porqué de estos incrementos. Como menciona Fernando Arrunátegui, presidente de Relaciones con el Consumidor de la Asociación de Bancos del Perú (Asbanc ), estos aumentos han sido adoptados por algunos bancos para equilibrar sus ingresos luego de que la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS ) decidiera eliminar 18 comisiones que se cobraban anteriormente. Ahora bien, no se trata, como sugirió un congresista, de una forma de sacarle la vuelta a la SBS. Más bien, resulta que es una predecible reacción de las entidades financieras para mantener la rentabilidad que antes tenían. La economía funciona así: si el Estado prohíbe a una empresa cobrar por un servicio, aumentará el cobro de otro para compensar o, si no, simplemente dejará de brindarlo.

Por otro lado, ¿qué necesidad tenía el Estado para decidir qué comisiones puede cobrar un banco? Los consumidores, después de todo, tienen la posibilidad de evaluar diversas entidades bancarias y, si es relevante para ellos, escoger aquella que cobre comisiones menores o que simplemente no las cobre. Si bien es imposible negar que los cuatro principales bancos del país sean los que concentran más del 80% de los depósitos y los créditos en el ámbito nacional, la oferta y la competencia existentes son enormes. Solo para contar a los bancos, además de los cuatro principales, a noviembre del 2012 hay 12 bancos más donde depositar ahorros o de donde pedir dinero prestado (entre otros servicios). Eso sin contar a las cajas municipales y rurales, que en total suman 24, o a muchas otras que brindan servicios de iguales características.

A lo que, más bien, sí debería dedicarse la SBS es a facilitar que los consumidores tengan a su alcance información más completa para decidir. La información financiera, por su naturaleza, no es fácil de digerir. Pero a pesar de que la SBS tiene estadísticas completísimas sobre las entidades financieras (por ejemplo, sus rendimientos o sus tasas), su acceso y su entendimiento para el común de las personas son aún bastante lejanos. Por ejemplo, poca gente debe saber que existen bancos con cuentas de ahorros en soles que cobran mantenimiento cuya tasa de rendimiento efectivo anual puede llegar a ser negativo si uno no tiene aproximadamente S/.10.000 de saldo. Por eso, si la SBS se dedicara a masticar esta información para que luego el público pueda digerirla con mayor facilidad, haría más sencillo el proceso de elegir qué opción le conviene a cada quien.

Pero esto no solo permitiría que cada consumidor tome mejores decisiones. Además, forzaría a las entidades financieras a competir más entre ellas, pues sabrían que si su competencia ofrece una mayor ventaja a sus clientes esta será percibida con mayor facilidad. Así se las forzaría a ser más eficientes y, en última instancia, a reducir las comisiones que cobran (entre otras ventajas que podrán brindarle al usuario).

Esta no sería la primera vez que se implemente una idea similar. Hace años, por ejemplo, el Indecopi ayudaba a las personas a escoger mejor dónde consumir a través de un programa denominado Colómetro, que medía la cantidad de minutos que esperaban los clientes en la cola de un banco. Una opción mucho más efectiva que meterle la mano al negocio sin saber qué consecuencias se generará con eso.

La información es como el lubricante que permite que el mercado funcione mejor y más rápido, fomentando que las empresas sean más eficientes y que los consumidores tomen mejores decisiones. Por eso, en este caso, si se quiere ayudar a los consumidores de servicios bancarios, el Estado debería enfocar sus esfuerzos en lograr que, como dice la máxima, la verdad los haga libres.