(El Comercio / Giovanni Tazza)
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Jaime de Althaus

¿Las recientes elecciones congresales son un adelanto de lo que puede pasar en las presidenciales? Evidentemente no, pero sí son un indicador de la emergencia de dos grandes demandas que se expresarán en las elecciones del 2021 –seguridad e igualdad–, a las que se sumará la demanda nacida de la llamada lucha anticorrupción de los últimos dos años.

Quienes encarnen estas demandas tendrán más posibilidad de pasar a la segunda vuelta. Comencemos por la última. Es evidente que la saga del cierre (cuestionable y populista) del proyectó a como el gran abanderado de esta corriente. Lo que cuenta en política es el gesto, y el ingreso por la fuerza al hemiciclo y la manera elocuente como presentó la cuestión de confianza lo proyectaron claramente al primer lugar en las encuestas.

Hay quienes afirman, sin embargo, que Salvador del Solar no está seguro de querer ser candidato. Duda. Pero los marxistas dirían que la historia es más fuerte que el individuo, que hace al líder, y la historia lo ha colocado en la posición de personificar mejor que nadie la demanda anticorrupción. Por lo demás, quienes están en esa línea dirían que es un asunto de responsabilidad con el país, considerando otras candidaturas posibles y sus condiciones personales en términos de capacidad intelectual y visión nacional.

Pero en la medida en que el principal motor de la corriente anticorrupción ha sido el antifujimorismo, es posible que este movimiento pierda tracción habiéndose el fujimorismo reducido a su mínima expresión. Lo que nos lleva a la segunda gran demanda, que sí apareció claramente en esta última elección congresal: aquella por la seguridad y el orden, encarnada en , que tuvo la primera votación a nivel individual y la segunda a nivel nacional como partido. Esta elección lo ha proyectado como candidato presidencial.

Más aún considerando que la victimización por delincuencia en las ciudades de más de 20.000 habitantes ha pasado de 27,3% en 1917 a un 30,3% en enero de este año (INEI). De modo que esta, a diferencia de la anterior, será una demanda en crecimiento, que Urresti podrá capitalizar bien si es que la labor congresal no diluye su perfil o no lo contamina del rechazo popular al Congreso, algo de lo que Salvador del Solar, sin embargo, está libre. Urresti quizá atempere su antifujimorismo, viendo que el principal bolsón de Fuerza Popular está en los sectores populares de Lima (encuesta IEP), que él quisiera amagar.

La tercera demanda, antisistema o antidesigualdad, es la que se expresó en la votación por UPP (Antauro) y, sobre todo, en el crecimiento de las izquierdas. En efecto, en la elección congresal del 2016 todos los partidos de izquierda –pasaran o no la valla– sumaron 18,27% de los votos. En esta elección subieron a 26,6% (UPP, FA, JP, PL, DD y RUNA). Antauro Humala, sin embargo, no podrá capitalizar esta tendencia, porque permanecerá en la cárcel hasta el 2024, pero sí podría hacerlo en la medida en que –salvo Arana– sus posibles competidores en la izquierda están en la cárcel o prófugos.

Entre estos tres podría definirse la segunda vuelta.

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