La longeva lucidez del ‘Tucán’, la columna de Héctor Villalobos
La longeva lucidez del ‘Tucán’, la columna de Héctor Villalobos
Héctor Villalobos

A sus 98 años, luce más vital que el partido que fundó. Y bastante más sensato y coherente que  muchos políticos en ejercicio a los que les dobla la edad.

Haciendo obra y sin robar, Bedoya fue alcalde de Lima en dos oportunidades. También en dos ocasiones, el Perú se negó la oportunidad de tenerlo como presidente de la República. Fue, además, ministro de Justicia en el primer gobierno de Fernando Belaunde e integrante de la Asamblea Constituyente en 1978.

El ‘Tucán’ se alejó de la política activa luego de la derrota electoral del Fredemo, alianza que integró el Partido Popular Cristiano (PPC) y con la que Mario Vargas Llosa postuló a la presidencia de la República en 1990. Sin embargo, ha seguido brindando sus reflexiones y opiniones sobre el quehacer nacional cada vez que un periódico o un programa periodístico lo ha requerido.

Ayer, día de su cumpleaños (fecha que a él no le gusta celebrar porque “uno debe ser el centro por naturaleza o no es el centro”), El Comercio publicó una entrevista a Bedoya Reyes en la que este lamenta la crisis moral en la política latinoamericana, a la que califica de “epidemia”. También habla de la etapa complicada que viven los partidos, entre ellos el suyo, que “está sufriendo una pugna interna”, y recuerda algunas anécdotas del pasado, como aquella vez en la que le propusieron ser nombrado primer ministro de Alejandro Toledo (“Felizmente me libré, imagínate cómo estaría ahora”).

Fue a mediados del 2003 cuando el nombre del entonces octogenario Bedoya Reyes sonó con fuerza como posibilidad para ocupar la jefatura del Gabinete del ahora prófugo ex presidente. En aquella ocasión, el Comité Ejecutivo Nacional del hoy casi inexistente Perú Posible se opuso a dicha designación. Actualmente, la chacana es “un sonámbulo extraño que no sabe por dónde milita”, en palabras del líder pepecista.

Lamentablemente para quienes tomaron la posta partidaria de Bedoya Reyes, el mismo destino podría seguir su agrupación. Su fallida alianza con el Apra no le alcanzó para colocar un solo representante en el Congreso pero al menos le sirvió para renovar su tanque de oxígeno por cinco años y no perder su inscripción en el Registro de Agrupaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones. Pero el futuro del partido socialcristiano es tan incierto como la estabilidad del balcón y de las escalinatas de su viejo local de la avenida Alfonso Ugarte.

Dividido entre dos facciones y sin un liderazgo claro que tome el relevo de Lourdes Flores Nano (pudo ser Marisol Pérez Tello pero el futuro político que le espera tras su paso por el Ejecutivo es difícil de pronosticar), el PPC sobrevive con la amenaza de la extinción sobre su cabeza.

Sea cual sea el destino del partido, si la desaparición o la reinvención, lo cierto es que el legado de Bedoya sobrevivirá como ejemplo para las futuras generaciones de políticos. Y, con un poco de suerte, es posible que algunos de sus militantes puedan heredar algo de la jovialidad y longeva sensatez de su fundador.

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