La multitudinaria manifestación del 25 de octubre ha hecho olvidar la destrucción del metro. Cuando la violencia del anarquismo se retiró, la bandera chilena reemplazó a las banderas políticas. (Foto:EFE)
La multitudinaria manifestación del 25 de octubre ha hecho olvidar la destrucción del metro. Cuando la violencia del anarquismo se retiró, la bandera chilena reemplazó a las banderas políticas. (Foto:EFE)
/ Alberto Valdés
José Carlos Requena

La multitudinaria manifestación del 25 de octubre (1,2 millones de personas en las calles de Santiago) ha hecho olvidar la destrucción del metro, días antes. Cuando la violencia del anarquismo se retiró, la bandera chilena reemplazó a las banderas políticas.

¿Por dónde encontrar soluciones a estos apremios?

Comentaristas críticos a las reformas económicas que tuvo en décadas pasadas han puesto la atención en la desigualdad. Humberto Campodónico, por ejemplo, al buscar razones para el estallido violento del domingo pasado, dice: “Una razón clave es, qué duda cabe, la desigualdad en la distribución de los ingresos en , una de las mayores de América Latina”. Y continúa, más adelante: “Condenemos la violencia pero no olvidemos que esta tiene un origen: la violencia de la desigualdad que impone el “libre mercado”, manejado por los oligopolios” (“La República”, 23/10/2019).

En cambio, para Diego Macera “más que una olla a presión que ha explotado, lo que se ha visto en Chile son las demandas de cualquier país de clase media. No se trata de que el mercado y las libertades económicas han fallado en Chile y el Perú, como algunos, llevando agua para su molino, quieren hacer creer. Por el contrario, estos han traído, se mida como se mida, mejores ingresos y calidad de vida para decenas de millones” (El Comercio, 23/10/2019).

Pero hace falta acercarse a la política para aquilatar el tamaño de la crisis. Carlos Meléndez, alguien que conoce bien el país del sur, anota: “La clase política chilena ha preferido seguir desconectada del país y vivir capturada por su orgullo falaz con el “modelo económico”. De derecha a izquierda, porque esta espontaneidad movilizada no le pertenece a nadie, a ninguna fuerza política. […] Aunque aún en marcha, el efecto debería ser positivo pues ha avergonzado a toda la élite política, que desconcertada ensaya (tibia) respuesta: más Estado para este mercado” (“La Tercera”, 25/10/2019).

Es aquí donde debería ubicarse algún mensaje: en la relación entre Estado y mercado. Y en tal relación, la actividad política es vital. Frente al descontento y hartazgo, la canalización que brinden los actores políticos es fundamental.

Rocío Montes le preguntaba al expresidente Ricardo Lagos: “¿Pueden los políticos por sí solos superar este momento cuando existe una grave crisis de representatividad? Apenas vota el 49%”. Y Lagos respondía: “Ojalá fuera así, pero no creo. Es la mayor de las dificultades: si se desconfía de la clase política y de las instituciones que nos rigen en un sistema democrático en sí, como los partidos y el Congreso, estamos en dificultades muy profundas. ¿Dónde está el lugar, el locus, desde el cual podemos empezar a conversar para resolver el problema?” (“El País”, 26/10/2019).

Un afiche utilizado como arma de activismo cultural para enfrentar a la dictadura de Augusto Pinochet llevaba el impreso “NO +”, que debía completarse con una demanda específica. Aquí una para la política sudamericana del siglo XXI: No + política vacía.