Un nuevo conservadurismo popular, por Fernando Tuesta
Un nuevo conservadurismo popular, por Fernando Tuesta

Estamos delante del crecimiento del conservadurismo político como hace mucho tiempo no se veía. Desde la derecha se tenía una combinación de liberalismo democrático más cerca de sectores altos y medios, como tecnocráticos, y que políticamente se movía entre el vargasllosismo y PPK. El otro, más populista en lo económico, más cercano a sectores populares, políticamente autoritario y más cercano al fujimorismo de los noventa.

Pero el progresivo y rápido desgaste de los gobiernos, con imágenes corroídas por la corrupción, ha atizado un mayor rechazo a la política institucional y convencional, lo que está llevando a un distanciamiento del centro y una corrida a los extremos, tanto de derecha como de izquierda.

Paralelamente el conservadurismo fue creciendo en el presente siglo al lado de una mayor influencia de la Iglesia Católica en los asuntos públicos, encabezado por el Opus Dei y acompañado, en su momento, por el Sodalicio. Todo esto a falta de un partido político que lo cobijara. Pero el límite de esta corriente es que sus vínculos preferentemente han sido con las élites económicas y sociales. Por lo que ganar las calles con sus manifestaciones pro familia, si bien demostró su fuerza organizativa, también fue el espacio del encuentro con sectores de la Iglesia Evangélica, tal como sucedió en la campaña, con su apoyo a Fuerza Popular.

Sin embargo, la capacidad movilizadora y disciplinada del sector evangélico fue más allá de esta campaña de protección pro familia, para pasar a una oposición agresiva a la política educativa del Ministerio de Educación, lo que le ha permitido jaquear al Gobierno, siendo una de sus victorias la caída del ministro Jaime Saavedra.

La marcha del sábado último, Con mis Hijos no te Metas, mostró que los evangélicos solos podían movilizar a varios miles de personas y dotarlas de un discurso fuertemente conservador, construido sobre la base del desconocimiento y el miedo, y que produce una dinámica cargada de odio y homofobia. El miedo mueve montañas, por lo que su discurso propagandístico está dirigido a producir efectos irracionales. No es un discurso que se dirige a la cabeza, sino al corazón de sus dirigidos. No exponen ideas, gritan dogmas. No piensan, cantan o gritan a coro. Esto no es poco, pues aporta a estos grupos cohesión y espíritu de cuerpo. De esta manera, el conservadurismo evangélico ha ganado esta batalla y ha arrastrado a los católicos.

De allí a la palestra política hay un estrecho camino. Tienen congresistas en varias bancadas, pero les falta un líder cohesionador ecuménico, que esté quizá por encima de las diversas iglesias. Se ha asomado Phillip Butters, que tiene ese perfil y al que le agrega ser un buen comunicador y tener un discurso radicalmente machista, misógino y homofóbico, y con un enganche con sectores populares que lo acercan a ser una suerte de Trump local, pues no tiene límites, como todo radical. Todo esto puede ir realineando escenarios donde somos testigos del nacimiento de una derecha radical, fuertemente conservadora y popular.

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