Lo que empieza a desconcertar y preocupar es la terca persistencia en usar un martillo que no chanca y la facilidad con que se sucumbe al aplauso fácil. (Foto: Presidencia)
Lo que empieza a desconcertar y preocupar es la terca persistencia en usar un martillo que no chanca y la facilidad con que se sucumbe al aplauso fácil. (Foto: Presidencia)
José Carlos Requena

La semana que concluye –séptima del involuntario encierro– ha estado marcada por la variada percepción de los tiempos y los recursos que se disponen para enfrentar la . La cuarentena se ha extendido hasta el 10 de mayo y se espera que a partir del 4 haya medidas parciales que varíen la inmovilidad. El Ejecutivo que lidera el presidente no ha variado su estilo y énfasis. Es poco probable que lo haga mientras las encuestas le siguen sonriendo.

El jueves 23, en la última presentación remota ante la prensa hasta el cierre de esta edición, RPP canalizó una inquietud muy extendida en los medios de comunicación. “Quisiéramos saber si han evaluado que las preguntas de la prensa puedan hacerse en vivo y no antes de cada conferencia”, preguntó la emisora.

Un mandatario algo incómodo sacó lustre a las 35 conferencias que había dado hasta ese día, a las 200 interrogantes de la prensa (sorteadas), a “los innumerables viajes” que ha hecho “al interior del país” en que ha estado “frente a frente, cara a cara, con los periodistas”. Luego, remató: “Dicen que: ‘No podemos preguntar exactamente lo que hoy día se dijo’. Pregunten mañana”. Al día siguiente, como se sabe, no hubo conferencia.

De esta manera, Vizcarra y su entorno parecen mostrar una particular percepción de la transparencia y la rendición de cuentas. No responder a las preguntas que surgen con los nuevos anuncios mella la solidez de la fuente y del recurso.

Además, contra lo que opinaban especialistas de diversos campos, se ha persistido en sostener la cuarentena generalizada, prolongando el estado prácticamente inactivo de la economía peruana. De esta manera, el falso dilema entre salud y economía no ha podido despejarse.

No se debe dudar de las buenas intenciones de quienes hoy lideran el país y de los años de postergación y uso político que tiene acumulada la sanidad pública. Lo que empieza a desconcertar y preocupar es la terca persistencia en usar un martillo que no chanca –para usar la metáfora que planteaban Alfonso de la Torre, Piero Ghezzi y Alonso Segura hace unos días (“La República”, 19/4/2020)– y la facilidad con que se sucumbe al aplauso fácil (ver el editorial de El Comercio de ayer).

De alguna manera, el modo en que el Gobierno enfrenta la crisis podría recordar a un país no muy lejano en que la postergación se mezclaba con el efectismo. Uno cercano al que reseñaba el artista Juan Javier Salazar en su célebre serigrafía en tela “Perú, país del mañana” (2005). Lamentablemente, un país trunco.

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