No se puede criticar a un presidente por informar sobre los avances y logros de su gestión. Pero sí es válido cuestionar la forma utilizada y la pertinencia para hacerlo. (Captura: Presidencia)
No se puede criticar a un presidente por informar sobre los avances y logros de su gestión. Pero sí es válido cuestionar la forma utilizada y la pertinencia para hacerlo. (Captura: Presidencia)
Héctor Villalobos

Cuando Palacio de Gobierno anunció el sábado que el presidente Pedro Pablo Kuczynski () debutaría como conductor de un programa de televisión, las comparaciones con Hugo Chávez y otros gobernantes populistas de la región fueron inevitables.

“Aló, presidente” era el nombre del espacio en el que el fallecido mandatario se despachaba sus monólogos de hasta seis horas. Su sucesor, Nicolás Maduro, sigue su ejemplo y continúa torturando a los sufridos televidentes venezolanos con sus peroratas, al igual que lo hace Rafael Correa en Ecuador.

Al gobierno anterior, afortunadamente, no se le ocurrió replicar una experiencia similar. Sin embargo, los televidentes de canal 7 eran maltratados regularmente cada vez que el canal del Estado cortaba abruptamente su programación para transmitir en vivo los discursos de Ollanta Humala, en los que no faltaban las encendidas prédicas contra “panzones”, “pelucones” y los saludos de Nadine de rigor.

Cualquier producto audiovisual que sea comparado con los bodrios de Chávez o Maduro va a resultar siendo bueno. Y, en honor a la verdad, “Conversando con el presidente” no fue el desastre que algunos auguraban.

Entre los aspectos positivos del programa, lo más destacado es que es corto. A diferencia de otros programas presidenciales, no está dedicado a rendir culto a la personalidad ni a lanzar ataques a los rivales políticos. En los 25 minutos que dura el espacio, el presidente y el ministro de turno (en la primera emisión estuvo la titular de Educación, Marilú Martens) se dedican a enumerar los avances del respectivo sector, matizando el diálogo con algunas anécdotas personales.

No se puede criticar a un presidente por informar sobre los avances y logros de su gestión. Pero sí es válido cuestionar la forma utilizada y la pertinencia para hacerlo.

Una parte del país sigue sufriendo los estragos del fenómeno de El Niño costero, y las víctimas del dengue continúan aumentando. Lanzar un programa de esta naturaleza en medio de ese contexto es una invitación gratuita y con corcho libre a las críticas. Son el presidente y sus asesores quienes han dejado esa puerta abierta. Desde los cuestionamientos a una supuesta frivolidad en el Ejecutivo hasta los razonables pedidos de explicaciones sobre el costo para el erario público que podría tener la producción de este espacio, las reacciones negativas no se han hecho esperar.

En el entorno de PPK y en el oficialismo, no todos están contentos con la idea del programa, en especial por el rebote negativo que este puede tener para el presidente.

Dos ejemplos reflejan además algunos indicios de improvisación. Uno es que durante la grabación el mandatario se refiere a su programa como “Conversando con PPK”, cuando el nombre con el que ha sido presentado es “Conversando con el presidente”. ¿Tal vez un cambio de nombre a último minuto? Lo otro es el anuncio, a través de una nota de prensa que envió la presidencia el sábado, de que el futbolista Paolo Guerrero sería uno de los futuros invitados, información que fue desmentida al día siguiente por la misma oficina de prensa de Palacio.

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