Señales, la columna de David Rivera
Señales, la columna de David Rivera
Redacción EC

En medio de la luna de miel que aún vive el gobierno, la elección del defensor del Pueblo le ha generado las primeras críticas de fondo, debido a la postura asumida tanto por el Ejecutivo como por su bancada en el Congreso.

En en este Diario, tras señalar que lo urgente para Peruanos por el Kambio y para Fuerza Popular es definir cuál es el núcleo de lo innegociable, Fernando Vivas ha afirmado que “por lo pronto, ya sabemos que un defensor del Pueblo vale mucho menos que un punto del IGV”.

Rosa María Palacios, por su parte, ha dicho que se canjeó un defensor por unas facultades legislativas, un “alto precio y mal negocio para un presidente que ganó prometiendo la defensa de la libertad”.

¿Por qué renunció tan fácilmente el gobierno a dar la pelea por un defensor que estuviese a la altura de lo que la institución amerita? Una posibilidad es la del canje. Pero aun si fuese así, ¿por qué llegar al punto de que el presidente declare sin ningún reparo de que le había indicado a su bancada que votara por el candidato que más votos tuviese?

Una postura así podría reflejar un problema más serio. Que en el gobierno no haya conciencia de que una de las principales variables que les ha permitido construir la legitimidad de la que gozan es justamente el liderazgo asumido en la defensa de libertades y derechos ciudadanos. Que no se haya comprendido que si bien el nivel de aprobación con el que cuentan es en parte consecuencia de la simpatía con la que se ha manejado hasta ahora Kuczynski, también lo es por la empatía construida gracias a haber asumido posturas firmes en temas políticamente sensibles.

Tal vez para el Ejecutivo la defensoría no era una institución clave. Tal vez no estaba en el radar de lo importante. Tal vez Gutiérrez no era un tan mal candidato como para hacer cuestión de Estado. Tal vez. Pero aun perdiendo en el Congreso, el Ejecutivo podría haber ganado políticamente si apoyaba a Abad o si la elección del defensor no alcanzaba la mayoría calificada y el gobierno tomaba la iniciativa y promovía un concurso público con candidatos idóneos para el puesto. Pero el mensaje transmitido es el de renuncia.

Ahora bien, es cierto que el Ejecutivo puede haber querido enviar una señal al fujimorismo para obtener las facultades. El problema está en que, aun si se las otorgan, FP está mostrando con nitidez que ellos sí están dispuestos a jugar a la política desde la oposición. Ya recibieron la primera señal de que mientras a ellos les puede salir fácil (que gane su defensor), a la vez pueden hacerle la vida difícil al Ejecutivo (con las facultades o tal vez con el presupuesto).

Mientras eso le va quedando claro al fujimorismo, un sector del gobierno y de su bancada (y de líderes de opinión) sigue creyendo que lo mejor para el país es una alianza explícita o tácita con el fujimorismo. Si el Ejecutivo no reacciona, puede terminar siendo capturado.

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