Urresti y sus tres mujeres, por Cecilia Valenzuela
Urresti y sus tres mujeres, por Cecilia Valenzuela

A estas alturas, el destino político del general depende de tres mujeres. La primera es Margarita Patiño, la viuda de , el periodista ayacuchano que, según la fiscalía, él mandó asesinar en 1988. 

La segunda es Isabel Rodríguez Chipana, la testigo de la muerte de Bustíos, quien afirma que Daniel Urresti la ultrajó y la violó para que, a partir de ello, imaginara lo que podría pasarle si se le ocurría contar que vio cómo él y sus compañeros mataron al corresponsal de “Caretas”.

La tercera es Nadine Heredia de Humala, la presidenta del partido político que lo acoge y promueve, haciendo que los jueces recuerden, cada vez que lo tienen enfrente, que se trata del candidato de la pareja presidencial.

De la fuerza y la tenacidad que han acompañado por años a Margarita Patiño, y del valor y la indignación que deberán acompañar en adelante a Isabel Rodríguez, dependerá que la opinión pública tenga presente el pasado pantanoso que se esconde detrás del candidato del oficialismo para las próximas elecciones presidenciales.

La ley actual solo prohíbe que postulen aquellos delincuentes cuyas condenas hayan sido dictadas por la última instancia judicial. Increíblemente, en nuestro país pueden postular al Congreso y a la presidencia todos aquellos que hayan cumplido su sentencia; no importa el tipo de delito por el que estuvieron en prisión.

El juicio que se sigue a Daniel Urresti por la muerte de Hugo Bustíos no concluirá antes de las elecciones, y el delito de violación prescribe después de 20 años. El silencio del presidente y de su esposa nos hace pensar que a ellos ni les importan ni les afectan los cargos que pesan sobre su candidato.

Durante el juicio, la defensa de Urresti pretendió impedir la declaración de Isabel Rodríguez porque al final de la guerra terrorista ella se acogió a la ley de arrepentimiento. 

¿Cómo hará para coordinar su campaña en la selva? La ex congresista y dirigente nacionalista encargada de esa zona, Elsa Malpartida, también se acogió a la ley de arrepentimiento: Sendero Luminoso no preguntaba si querían pertenecer a sus filas; en las zonas vulnerables tenían que obedecer.

Los aplausos con los que el general Daniel Urresti respondió el viernes pasado a la estremecedora declaración de la testigo que lo señaló como asesino y violador revelan la personalidad malvada del ‘Capitán Arturo’, el seudónimo que usó Urresti cuando sirvió en Ayacucho.

Ahora dice que acepta pasar por un polígrafo para desvirtuar la acusación; si va a decir la verdad, que diga por iniciativa de quién su despacho convirtió yeso en droga para hacer pasar por narco a un candidato opositor.

A pesar de lo espeluznante, no deja de ser irónico que un hombre, cuyo machismo se hizo evidente desde que apareció en la vida pública –empezando por el tenor de los insultos que profirió por Twitter a Keiko Fujimori y a distintas periodistas, hasta el calificativo de “terruca” para descalificar a la mujer humilde que declaró contra él, pasando por la orden que dio a su portátil para que atacara a la viuda de Hugo Bustíos–, sea protegido por un partido político, como el nacionalista, que preside una mujer.

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