Y vuelan las cabezas, por Cecilia Valenzuela
Y vuelan las cabezas, por Cecilia Valenzuela
Redacción EC

En lo que va de la semana hemos visto rodar dos cabezas: La del todopoderoso asesor y abogado del presidente Humala, Eduardo Roy Gates; y la de la oficina que guarecía a los compañeros menos talentosos de la promoción del presidente Humala, la DINI.

Ambas testas, secundarias, comparadas con las de Martín Belaunde Lossio y Daniel Figallo –la primera sin demanda de extradición gracias a la maña de la segunda–, y con las de Daniel Urresti y Pedro Cateriano, culpables –las dos– de la crispación que vive el país.

Entonces, ¿por qué ofrece el gobierno dos cabezas que nadie pidió? ¿Para conservar el gabinete? ¿Tanto ha dolido el editorial de “The Economist” y su referencia a los seis gabinetes de Humala?

Roy Gates es un abogado ensombrecido, su relación con la familia Sánchez Paredes, investigada por narcotráfico, y su predilección por lo turbio, incluida la defensa del Caso Madre Mía, lo pusieron inmediatamente en la mira. Aún así, era inamovible ¿Por qué cayó ahora?

El escándalo Belaunde Lossio está dejando a la pareja presidencial por las patas de los caballos; cada día más indicios colocan a la señora Nadine Heredia por encima del asesor de la campaña política de su esposo. Cada día  más gente sospecha que, para todos los efectos, ella era su jefa.

Así es que la salida de Roy Gates podría significar que el presidente y su esposa aceptan que la estrategia que se le impuso desde Palacio al ministro de Justicia para salvar a Belaunde Lossio fracasó.

La denuncia de la ex procuradora Yeny Vilcatoma evidenció a Roy Gates y a Figallo presionando a favor de Belaunde Lossio; la presencia de Roy Gates vinculó directamente a Palacio de Gobierno con las presiones; y aunque el ministro de Justicia es quien tiene la responsabilidad política de su fuga sin retorno, la pareja debe estar muy enojada con el que diseñó la estrategia legal que los comprometió hasta el tuétano.

El cierre temporal de la DINI, dirección que le reporta, directamente, al presidente lo que todos los sistemas de inteligencia procesan cada día, deja al mandatario en paños menores. El presidente Humala pasó los últimos tres años y medio leyendo los análisis que esta unidad le preparó puntual y oportunamente, y nunca se quejó de su efectividad; al contrario, a inicios de 2013 cambió la Ley de Inteligencia, redobló el presupuesto y compró equipos de última tecnología.

La ley Humala convirtió a la Dirin y a la Digimin, los órganos de inteligencia humana y electrónica de la Policía, en el brazo operativo de la DINI. Con esa norma, el presidente le dio a la DINI el control de un equipamiento electrónico que antes era de uso exclusivo de la Policía. El ‘chuponeo’ entonces fue más que una tentación.

Los seguimientos fueron diseñados por la DINI, pero fue la Dirin (la Dirección de Inteligencia de la PNP) la que puso la mano de obra. El espionaje tiene como responsables políticos a los ministros del Interior y de Defensa; la reorganización de la DINI no aliviará la crispación que vive el país. La DINI no es la responsable de la crisis, el responsable es el que ordenó que se espíe y se siga a colaboradores y adversarios.