Pena de muerte
Redacción EC

A fines de los años cincuenta, Jorge Villanueva, de unos 35 años, fue condenado a por el secuestro, violación y asesinato de Julio, un niño de 3 años y medio. Este caso, uno de los más emblemáticos en el Perú, es conocido como el del ‘Monstruo de Armendáriz’.

El fusilamiento de Villanueva ocurrió la madrugada del 12 de diciembre de 1957, tres años después de ocurrido el crimen, en la entonces Penitenciaría de Lima. El pelotón de la Guardia Republicana estuvo encargado de dispararle.

Los críticos de la sentencia de muerte decían que la culpabilidad de Villanueva se basó solo en el testimonio de un vendedor, quien se desdijo más de una vez. Como única prueba, se mostró una moneda de 20 centavos con la que el supuesto violador habría pagado para comprar un turrón al niño.

Hace algunos meses, el presidente del Poder Judicial, Duberlí Rodríguez, señaló que podría existir una absolución póstuma para Villanueva.

“Habría sido una injusta condena. Un error judicial irreparable, pero que moralmente sí podríamos reparar”, indicó Rodríguez.

Los últimos dos condenados a pena de muerte en el país fueron Esteban Martínez Romero y el ex suboficial FAP Julio Vargas Garayar.

Martínez fue fusilado en El Frontón en 1977 por haber asesinado a un policía y a dos civiles.

Vargas fue ejecutado dos años después, en 1979, acusado de traición a la patria por realizar actos de espionaje en favor de Chile.

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