Si los males empiezan con la cabeza, en la médula espinal del Gobierno no se nota mucha mejoría. (Foto: Sepres)
Si los males empiezan con la cabeza, en la médula espinal del Gobierno no se nota mucha mejoría. (Foto: Sepres)
Erick Sablich Carpio

A pocas semanas de que se cumpla el primer año de gestión del presidente , no cesan las muestras de debilidad y torpeza política en todas las esferas del oficialismo.

Es un problema que se inicia y tiene a su más insigne representante en lo más alto del Ejecutivo. Basta revisar hoy las páginas de este Diario, por ejemplo, para descubrir la versión presidencial de “no es plagio, es copia” o “el puente no se cayó, se desplomó” cuando el mandatario –tropezando por enésima vez con la misma piedra– se refirió a una posible gracia a Alberto Fujimori con un memorable “esto no es un indulto, es un perdón médico”.

Una frase de por sí desafortunada por sus contradicciones intrínsecas, pero además inoportuna considerando el encuentro que en los próximos días Kuczynski sostendrá con Keiko Fujimori, quien lidera el sector del fujimorismo al que este tema resulta particularmente irritante.

Si los males empiezan con la cabeza, en la médula espinal del Gobierno no se nota mucha mejoría. Quizá en la PCM y el resto del Gabinete exista una menor propensión al error autoinflingido y los dichos para el anecdotario, pero no por ello el Consejo de Ministros se hace acreedor a un diploma de reconocimiento al mérito en términos de manejo político. Casos como el de Martín Vizcarra, Alfredo Thorne o el efímero ‘ministro del amor’, para mencionar a los que tuvieron que dejar sus despachos, muestran que los ministros cojean del mismo pie que el jefe de Estado.

Teniendo en cuenta lo anterior, uno creería que el oficialismo desplegaría al menos ciertos esfuerzos (ni qué decir una estrategia) para suplir las falencias del Ejecutivo a través del trabajo cohesionado de sus representantes en el Congreso, acostumbrados al fragor político que tan difícil asoma para los ministros de Estado. Una bancada pequeña, cierto, pero por ello más fácil de coordinar, se podría asumir.

Sin embargo, todo hace indicar que el Gobierno ha dejado a su suerte a su grupo parlamentario, renunciando a la última línea de defensa que tendría para enfrentar a una oposición durísima que abusa de las debilidades oficialistas. Por eso ya a nadie sorprende ver como cosa de todos los días a congresistas como Guido Lombardi o Alberto de Belaunde oponerse pública y repetidamente a iniciativas presidenciales, a veces con prescindencia de rigurosidades legales (como en el caso del indulto humanitario), o a la también vicepresidenta de la República entrometerse con poco tino en asuntos tan relevantes como los derechos de autoría de la iniciativa del diálogo entre PPK y Keiko.

Lo más crítico es que el Ejecutivo no parece reconocer en todo esto un serio problema para la gobernabilidad. Y, sin los ajustes necesarios, las cosas no tendrían por qué marchar mejor que en estos últimos 11 meses.

MÁS EN POLÍTICA... 

TAGS