El ex presidente Alan García se suicidó esta mañana antes de ser detenido preliminarmente en su casa en Miraflores. (Foto: GEC)
El ex presidente Alan García se suicidó esta mañana antes de ser detenido preliminarmente en su casa en Miraflores. (Foto: GEC)
Diana Seminario

nació para ser político y murió haciendo política. La decisión de preferir la muerte antes que ser apresado sin acusación fiscal y sin sentencia de por medio descolocó a sus adversarios, a quienes dejó vestidos y alborotados, pues no pudieron celebrar aquello que tanto esperaban.

“He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos. Por eso, les dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo, y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse”. Con este mensaje, García Pérez expresaba las razones de aquello que cayó a varios como un balde de agua fría la mañana del miércoles 17, y que a otros no sorprendió, porque ya lo había dicho. “No me verán enmarrocado”. Cumplió su palabra.

Para él la muerte no era un tema ajeno. Durante una entrevista hecha para este Diario en el 2008, siendo presidente de la República, conversábamos ‘off the récord’ sobre el futuro y entonces soltó una frase que me vino súbitamente a la memoria tras conocer la triste noticia de su partida: “Vendrá una segunda persecución y la muerte”, decía entonces.

Alan García ya no está, pero su ausencia lo vuelve más presente que nunca. Su muerte lo hace renacer. ¿Si no cómo se explica el Aula Magna de la Casa del Pueblo llena de apristas que clamaban a su líder durante el velorio? ¿Cómo interpretar la multitud que acompañó su féretro a la plaza San Martín?

No hay duda de que se ha ido uno de los políticos más importantes que animó la vida nacional de los últimos 40 años.

¡Qué importante resultó la presencia del centenario Luis Bedoya Reyes en el velorio del presidente García! “El Perú necesita partidos responsables que asuman su destino como la gran misión que les corresponde”, dijo al pie del ataúd.

Y Lourdes Flores Nano escribía ayer en este Diario, “[…] como Alan lo resaltaba, recordé el deber institucional de preservar los partidos como base de la democracia, repitiendo esa frase que ha retumbado en días pasados: ‘El Apra nunca muere’”.

No se puede soslayar la presencia de parlamentarios fujimoristas que llegaron hasta Alfonso Ugarte. El fujimorismo fue por años rival de García Pérez. Incluso él mismo acusaba a Alberto Fujimori de haber querido terminar con su vida la noche de 5 de abril de 1992 y que ese intento lo obligó a huir por los techos para no ser alcanzado.

Bedoya, Flores Nano y el fujimorismo demostraron que la verdadera política está en reconocer las virtudes del otro y saber llevar las diferencias de manera digna, sin las bajezas de quienes hicieron de la confrontación con García su manera de encumbrarse.

Estos gestos y discursos deben pasar a la acción. Ahora más que nunca se requiere la unidad de los partidos políticos peruanos, que sin miedo le hagan frente a esa camarilla de intocables que se cree por encima del bien y del mal, y ataca sin piedad a quien se atreva a darles la contra. Nadie los eligió.

Con ese objetivo logrado se estará honrando la memoria de un demócrata que con sus virtudes y yerros ya se ha ganado un lugar en la historia del Perú.