Edgar Ochoa dijo a través de un comunicado que rechazaba a todos los grupos pro senderistas. (Foto: USI)
Edgar Ochoa dijo a través de un comunicado que rechazaba a todos los grupos pro senderistas. (Foto: USI)
Héctor Villalobos

Ya se ha hecho una costumbre que cada vez que hay un escándalo en el Congreso relacionado con el MRTA, Sendero Luminoso o el , el protagonista sea un integrante del .

El episodio más reciente ha sido la visita de tres integrantes del Conare –ala radical del magisterio conformada por miembros del Movadef– al despacho del frenteamplista Édgar Ochoa, denunciada por el diario “Correo”. Cabe recordar que este legislador fue el único de su bancada que, en diciembre del año pasado, votó a favor de censurar al ministro de Educación, Jaime Saavedra.

Lejos de ofrecer disculpas por haber recibido en su oficina a los prosenderistas, Ochoa atacó al medio que informó del hecho y afirmó que solo estaba cumpliendo con su deber de “atender a la ciudadanía y escuchar sus plataformas de lucha”. ¿Suena a justificación conocida? Pues sí. Argumentos similares fueron los que le costaron el puesto a un embajador en el gobierno pasado.

Pero, como decíamos al comienzo, la relación grupos terroristas-escándalo-Frente Amplio no es una novedad en este período parlamentario. En abril de este año, se difundió en las redes sociales un video de dicha bancada con el que buscaban desprestigiar la operación Chavín de Huántar. En este se mostró una imagen de 1982 del entierro de la terrorista Edith Lagos en Ayacucho. Hubo mea culpas, deslindes y el hecho se atribuyó a errores de edición. Definitivamente, los errores del editor del video fueron de terror.

En setiembre del año pasado, la opinión pública mostró su indignación por la existencia de un mausoleo en Comas –que todavía sigue ahí– que es utilizado por los familiares y simpatizantes de terroristas fallecidos para rendirles homenaje y reivindicar sus acciones. Representantes de todas las bancadas rechazaron estos hechos y pidieron la demolición del mausoleo. De todas las bancadas, menos una. No es difícil adivinar cuál.

“Déjenlo ahí, dejémoslo ahí”, fue la respuesta de Alberto Quintanilla cuando se le consultó sobre el tema. “¿Cuál sería el objetivo de demolerlo?”, se preguntó Edilberto Curro. “Destruyendo un mausoleo no va a resolver el problema de Sendero”, opinó María Elena Foronda.

A estos ejemplos se suman las polémicas declaraciones de Justiniano Apaza sobre el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), el otro grupo terrorista que desangró al país. “Para mí no son héroes”, dijo Apaza en abril de este año sobre los comandos Chavín de Huántar. También calificó de “preso político” a Néstor Cerpa Cartolini. Meses antes, en noviembre pasado, el mismo Apaza puso en bandeja al Frente Amplio y le extendió la alfombra roja a una posible participación política al ex cabecilla del MRTA Peter Cárdenas Schulte.

Cuando se trata de terrorismo, la tibieza y las excusas están de más. Si el Frente Amplio quiere evitar que sus opositores les pongan etiquetas que no les gustan o que hagan insinuaciones que los ofenden, deberían evitar estos tropiezos. Y si saben que entre sus filas hay personas a las que sus nostalgias ochenteras los traicionan, deberían al menos tenerlas controladas.

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