(Foto: Presidencia)
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Jaime de Althaus

No cabe duda de que el diálogo político funciona. La reunión convocada por el presidente en Palacio con los voceros de las bancadas del Congreso ha tenido un efecto apaciguador y constructivo. llevó una nueva presentación del cronograma centrado en los proyectos enviados por el Ejecutivo, que coloca primero las reformas con contenido electoral. Quedó claro que tiempo hay, si se ordena bien el trabajo.

También se vio que se trataría de sacar las reformas por consenso, pero esto no será fácil, porque hay discrepancias. Se ha infundido en algunas bancadas la tesis de que el gobierno ha querido aprovechar la coyuntura para proponer un esquema que le da un poder excesivo al Ejecutivo en detrimento del Congreso.

Pero, en primer lugar, la comisión Tuesta, como es obvio, no ha seguido ninguna consigna y es totalmente independiente. Su trabajo es el resultado de un análisis riguroso y sistémico. Y, en segundo lugar, lo que fuere que se apruebe, no será para este gobierno sino para el siguiente, donde ya no estará el presidente Vizcarra (en uno de los proyectos se prohíbe su postulación), sino quizá alguno de los cuestionadores.

Entonces lo primero es despejar los fantasmas y trabajar pensando en el futuro. Existe el mito de que ya la Constitución del 93 concentra el poder en el presidente. Pero no es así. Siendo el Congreso unicameral, si el presidente no tiene mayoría, le es muy difícil gobernar. Lo hemos visto. Más aun considerando que el Congreso puede insistir en una ley observada por el Ejecutivo solo con la mitad del número legal de parlamentarios (y no con los 2/3 como es en casi todas partes).

Entonces el presidente, inerme, carece de poder de veto que, en ausencia de un Senado, es indispensable para contener proyectos contraproducentes. Solo le queda al Ejecutivo la cuestión de confianza, que viene de la Constitución de 1979, pero su empleo es siempre traumático.

El problema es que el predictamen en discusión se hace eco de esas tesis y por lo tanto no recoge casi ninguna de las propuestas de la comisión Tuesta para ir a un equilibrio de poderes más eficaz: no recoge lo de los 2/3 para insistir, mantiene la censura a los ministros y la vacancia presidencial por incapacidad moral.

Y establece que no procede la cuestión de confianza sobre “iniciativas legislativas, su resultado u otros actos concretos”, pese a que esto fue rechazado en el referéndum y desarma la cuestión de confianza.

Es decir, no solo no le da gobernabilidad al Ejecutivo, sino que lo debilita frente al Congreso. Es la receta perfecta para la confrontación de poderes y el fracaso de la democracia, si el Ejecutivo no tiene mayoría. En general, siempre es conveniente que el gobierno tenga mayoría en el Congreso, y de allí la idea de elegir el Parlamento junto con la segunda vuelta.

La experiencia histórica nos demuestra que necesitamos un equilibrio de poderes que le permita al Ejecutivo gobernar y desarrollar el país. La democracia tiene que ser funcional. La buena noticia es que estaría ganando consenso la idea de restablecer un Senado con funciones revisoras, algo que el Ejecutivo no tuvo la responsabilidad de asumir. Sería un gran avance.