Bedoya Reyes nació en el Callao, un 20 de febrero, 100 años atrás. (Foto: Archivo El Comercio)
Bedoya Reyes nació en el Callao, un 20 de febrero, 100 años atrás. (Foto: Archivo El Comercio)
Fernando Vivas

El 30 de noviembre del 2015 murió Luis Bedoya de Vivanco, primogénito de . Pocos días después, el ‘Tucán’ asistió a una cumbre del en la que el partido que fundó se jugaba la vida y la inscripción. Uno de los dirigentes me contó que el veterano, entonces de 97, resistió una tortuosa reunión de varias horas, sin siquiera detenerse a almorzar y, cuando estaba por peligrar el acuerdo final, dijo: “He enterrado un hijo, no quiero enterrar dos”.

Dramático cuando hay que serlo, cáustico y divertido por regla cotidiana, políticamente irreverente aunque no le disgusta que lo reverencien de vez en cuando, gradualista antes que reformista (esta disquisición es fundamental en el socialcristianismo), el personaje que el propio Bedoya Reyes ha creado a expensas de su chispa y de su pico extraordinariamente afilado ha marcado a la política peruana.

Se ha vuelto una tradición que presidentes y primeros ministros lo consulten, aunque nunca fue ni lo uno ni lo otro. Fue, eso sí, constituyente en 1979 y dos veces alcalde de Lima (de 1964 a 1966 y de 1967 a 1969). En esa faceta, nos dejó, entre otras marcas profundas, la del Zanjón.

—La mitad de su vida—
Nació en el Callao en 1919, estudió en el colegio Guadalupe y egresó de Derecho en la Universidad de San Marcos, dos emblemas de la educación pública. Uno de sus primeros trabajos fue enrolarse en el equipo palaciego del presidente Óscar Benavides. Pero su ingreso a la política no está marcado por esa circunstancia, ni por el aprismo de catacumbas de su hermano Fernando; sino por participar en las reuniones de estudiantes y profesionales que hacían una lectura política de la doctrina de la Iglesia.

En 1956 fue, precisamente, uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, de la que se escindió el PPC en 1966. Supo, pues, dividir un partido y fundar uno nuevo y de mayor aliento; pero también supo, la mayor parte de su vida política, conciliar. En 1963 colaboró con el primer gobierno de Belaunde (fue ministro una sola vez, de Justicia, en 1963) y fue candidato de la coalición de Acción Popular y de la DC a la Alcaldía de Lima; alianza que volvió a darse, ya en su fase pepecista, cuando perdió la presidencia en 1980, pero hizo bloque congresal y aportó ministros a Belaunde. En 1985 volvió a perder, por segunda y última vez, la presidencia y en 1990 participó en la gran coalición del Fredemo, postulando la candidatura de Mario Vargas Llosa.

No ha sido golpista ni pinchaglobos de consensos. Los apristas recuerdan su magnanimidad al no oponerse a que Haya de la Torre firmara póstumamente la Constitución de 1979. Para su partido y para ciudadanos de varias tendencias, sigue siendo una figura tutelar.