(Foto: Anthony Niño de Guzmán/ El Comercio)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán/ El Comercio)
Diana Seminario

El jueves pasado, el presidente marcó un hito en el ejercicio de su gestión al acudir al Congreso a presentar los proyectos de reforma constitucional, los que pretende que se aprueben a través de referéndum. Son tres las propuestas: bicameralidad e igualdad de participación de hombres y mujeres, regulación del financiamiento privado de los partidos políticos y la no reelección de congresistas.

Resulta interesante que el debate se haya trasladado al estudio de cambios en el sistema político y que al menos, por un momento, nos hayamos alejado de los dimes y diretes de cada día.

Estas propuestas requieren un análisis comedido y sin apuro, por lo que resultan inoportunas las declaraciones del ministro de Justicia, Vicente Zeballos: , y le pone fecha. Ya lo había advertido el mandatario: “Si trabajamos con mucha dedicación y dándole toda la prioridad que necesita el tema, podría llegarse al 7 de octubre, el día de las elecciones […]. En caso no fuera así, tenemos el mes de diciembre, la segunda vuelta”.

Estas bien ensayadas afirmaciones buscan dejar todo en la cancha del Parlamento. Así, pase lo que pase, siempre será responsabilidad de un Congreso “de espaldas al pueblo”, lo que evidenciaría que no importa el fondo de las reformas, sino su efecto político, antes incluso de que estas se aprueben. Lo serio es debatir, escuchar y corregir lo que fuera necesario.

Ya lo dijeron dos expertos constitucionalistas el sábado en RPP. “Los proyectos son bastante malos” fue la sentencia de Víctor García Toma, ex presidente del Tribunal Constitucional y ex ministro de Justicia, mientras que para su colega Natale Amprimo estos reflejan “improvisación y actitud politiquera”.

Más allá de estas valoraciones, la bicameralidad e igualdad de participación de hombres y mujeres han despertado sumo interés.
Lo cierto es que la imposición de cuotas no es lo más democrático. Las mujeres no queremos paridad, sino igualdad de oportunidades para competir. Se habla mucho de meritocracia, pero al momento de hacer una lista al Parlamento, queda claro que esta no ha existido, y no por el hecho de ser hombre o mujer, sino por otros factores.

Pongámonos extremistas: ¿Y si queremos hacer un partido femenino, tenemos que estar obligadas a ceder la mitad de la lista a los hombres? ¿Y si en un partido no se “alcanza la cuota”, habrá que inscribir a cualquiera “para cumplir” desnaturalizando así la norma?
En cuanto a la no reelección, las evidencias las tenemos a la mano, ¿no han sido acaso los debutantes en el Parlamento los que nos han llenado de vergüenza en los últimos años? ¿O ya nos olvidamos de Yesenia Ponce, Elsa Canchaya, Tula Benites, Bienvenido Ramírez y Guillermo Bocángel?

El problema no es prohibir la reelección, el asunto está en convocar a los adecuados.

Los proyectos están sobre la mesa. ¡No le tengamos miedo al debate!, trazarnos como único camino “referéndum sí o sí” sería como ponernos la soga al cuello. No dejemos pasar la oportunidad de tener una discusión alturada sobre temas de fondo. ¿Podremos?