"El divorcio estaba cantado, lo único que esperaban los seguidores de Mendoza era la oportunidad". (Foto: Lino Chipana/Archivo El Comercio)
"El divorcio estaba cantado, lo único que esperaban los seguidores de Mendoza era la oportunidad". (Foto: Lino Chipana/Archivo El Comercio)
Cecilia Valenzuela

La izquierda volvió y volverá a romperse. Desde Stalin y Trotski el sino de la izquierda ha sido la traición y la ruptura. El carácter beligerante y conspirativo de sus convicciones y el temperamento erizado de quienes las comparten agudizan sus discrepancias y los conducen a la separación. Digan lo que digan, todos sus militantes creen en la lucha de clases y la violencia como herramienta política. Por eso mismo terminan siempre bebiendo de su propia medicina.

Pero no es casualidad que la última ruptura de la izquierda limeña, agrupada recientemente en el , se haya oficializado en la víspera de la segunda cita entre Keiko Fujimori y el presidente Kuczynski. El divorcio estaba cantado, lo único que estaban esperando los seguidores de era la oportunidad.

El ánimo de entendimiento que acaban de mostrar, por lo menos ante el público, PPK y el fujimorismo, conviene a Mendoza, le ofrece el mejor de los escenarios. Ahora tendrá el pretexto perfecto para radicalizar su oposición contra el Gobierno, enfrentar sus medidas en las calles e intentar forjar alianzas con un sector de la izquierda provinciana, que es la tercera izquierda, la más radical, la que lideran Gregorio Santos, Vladimir Cerrón y Antauro Humala; la que cuenta con mucho más seguidores que Mendoza y en el interior del país.

Mendoza y sus partidarios se han divorciado de Tierra y Libertad, pero en los próximos meses ella, Arana y ‘los provincianos’ le declararán la guerra al oficialismo.

Como vociferante opositora, Mendoza arrancará su campaña para copar, junto a los aliados que consiga, todos los gobiernos regionales y provinciales que le sean posibles en las elecciones del 2018.

Sus partidarios no liderarán comisiones en el Parlamento, pero usarán el dinero y la infraestructura que pagamos los contribuyentes para ayudarla a petardear al Estado.

La adelgazada presencia en el Congreso de Nuevo Perú, como se autodenomina esa facción, no le quita el sueño a los congresistas que la integran, son absolutamente conscientes de que su renuncia debilita sus facultades representativas; pero sus objetivos no tienen que ver con las necesidades de sus electores, lo que a ellos les interesa es el poder.

El grupo de Arana se muestra sorprendido, escandalizado, por el ‘capricho’ que llevó a la separación, pero estuvieron cruzando los dedos para que se produjera la ruptura: En las regiones mineras donde ellos suelen ‘incendiar Troya’ (parafraseando a Pepe Julio Gutiérrez, dirigente de Tierra y Libertad en Islay, Arequipa, y famoso por el audio de ‘las lentejas’) sus candidatos competirán con los de Mendoza. Si ambas agrupaciones continuaban unidas en el Congreso en Lima, el mensaje se hubiera planteado confuso para la población.

El verdadero problema para el Gobierno que hoy se muestra optimista después de su larga conversación con la dirigencia de Fuerza Popular es que la competencia que enfrentará a las tres izquierdas que participarán en las próximas elecciones regionales pasará por establecer quién es la más ‘combativa’, la que mejor enfrenta los proyectos de desarrollo, infraestructura e inversión.

Las dos agrupaciones políticas con mayores responsabilidades en el país dejaron pasar un año antes de sentarse a conversar serenamente. Ojalá pudiéramos estar seguros de que en adelante se comportarán con madurez, privilegiando los problemas de país y las urgencias del desarrollo.

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