Universidad Privada Telesup aclaró que la estructura colocada en su fachada no es una falsa pared sino “un muro arquitectónico con fines estéticos”. (Foto: Andina)
Universidad Privada Telesup aclaró que la estructura colocada en su fachada no es una falsa pared sino “un muro arquitectónico con fines estéticos”. (Foto: Andina)

Cuenta la historia que el general Potemkin, temeroso de que la emperatriz Catalina II de Rusia descubriera sus pocos avances en la reconstrucción de Crimea tras una guerra devastadora, mandó levantar en las orillas del río Dniéper una serie de aldeas de utilería. Así, Catalina desde su crucero observó la feliz vida en sus territorios recién anexados. Si bien la historia real sería menos truculenta, la anécdota nos dejó la expresión “aldea Potemkin” para describir el engaño con algo tan burdo como una fachada falsa.

Dicha expresión ha sido adaptada con creatividad en diversas disciplinas. Los politólogos Dan Brinks y Abby Blass, por ejemplo, usan el término “Cortes Potemkin” para describir las reformas legales y constitucionales que dan más autonomía a las cortes pero que en el fondo solo buscan mostrarse “civilizados” ante la comunidad internacional para acceder a créditos. En realidad, las reformas valían menos que el papel en que estaban escritas por su nula o poca voluntad de implementación.

Los constitucionalistas también hablan de Constituciones Potemkin para describir la forma en que gobernantes autocráticos incluyen en estos documentos libertades y controles institucionales que no está en sus planes respetar ni mantener. De ello se burlaba Manuel Atanasio Fuentes en su Constitución del Murciélago (1868): “La Constitución puede ser echada a un cuerno o elevada a los cuernos de la luna según esté el humor de la nación, que se siente inclinada a ser constitucional o contraconstitucional con una facilidad que encanta”.

A veces, sin embargo, no es ni siquiera necesario acudir a la metáfora. La imagen de una falsa fachada en la Universidad vale más que un tratado sobre la necesidad de regulación en la educación superior y el peligro de las universidades Potemkin. Recordemos que durante el debate sobre la reforma universitaria más de un crítico apuntó a la regulación como un problema para la calidad de la educación. La cortaría la creatividad, arrinconará el talento, limitará el potencial creador de los privados motivados por el lucro. No es caricatura, está escrito.

Prudencia siempre hay que tener con las burocracias, más en un Estado formalista y débil. Es más, me sumo a algunas críticas a los procedimientos de la Sunedu. Pero con su acción decidida contra universidades que antes carecían de control nos muestra por qué la regulación es necesaria: protege a los débiles que carecen de información y nos protege de los vivos que explotarán su poder. Los más interesados en apoyar esta regulación que separa la paja del trigo deberían ser aquellas universidades que sí quieren, y pueden, brindar una educación de calidad.

Al ordenar el cierre de universidades, la Sunedu ha dado un salto cualitativo en cuanto a su relevancia institucional. Las reglas de la regulación dejan así de ser normas que solo existen en el papel y ganan fortaleza. Prepárense para la guerra que le harán las universidades que no quieren ser controladas y sus aliados en el . La Sunedu ya no es un regulador Potemkin y sus enemigos lo saben.