La sesión del pleno del Congreso está prevista que inicie a las 9:00 a.m. (Foto: El Comercio)
La sesión del pleno del Congreso está prevista que inicie a las 9:00 a.m. (Foto: El Comercio)

Se ha archivado el proyecto de ley que tenía como propósito limitar la reelección de los congresistas, a contrapelo de una mayoría ciudadana que apoyaría esta medida. Sin embargo, medidas que buscan estandarizar la no reelección, en sus distintos niveles, son un error. Las autoridades representativas son de diverso nivel de poder, ejercicio de función y alcance territorial.

De esta manera, la no reelección del presidente de la República tiene que ver, en un contexto de baja institucionalización, con la dificultad de los competidores para poder tentar el triunfo sobre el candidato presidencial que va a la reelección. Es más, en el último siglo solo han sido reelegidos Augusto B. Leguía (1924 y 1929) y Alberto Fujimori (1995 y 2000) luego de que ambos cambiaran la Constitución para ser reelegidos y participaran en procesos electorales cuestionados y que terminaron con su salida del poder.

A nivel de los gobernadores y alcaldes, la situación es distinta. Se trata del poder desconcentrado en gobernadores, alcaldes provinciales y alcaldes distritales. Si bien es posible que algunas de las autoridades que van a la reelección usen los recursos públicos a su favor, lo cierto es que el porcentaje que se reelige ha sido bajo. De esta manera, en la elección del 2014 alrededor de uno de cada dos autoridades buscó la reelección, pero tan solo 11% de alcaldes provinciales, 16% de gobernadores y 17,5% de alcaldes distritales fueron reelectos. Tasas de reelección muy bajas. Si la elección es también un instrumento que permite premiar o castigar a una autoridad, pues la gran mayoría de peruanos castiga con su voto a sus autoridades. Solo la minoría es premiada con la reelección. Prohibir la reelección impide que las buenas autoridades no sean premiadas por su buena gestión. En todo caso, limitar a dos períodos y ampliar el mandato a cinco años, es una salida intermedia, pero pertinente.

En el caso de congresistas, no se trata de cargos unipersonales y, a diferencia de los anteriores, no manejan recursos públicos. Además, el elector los ha elegido, con menos intervención de los , a través del voto preferencial. Aquí la experiencia es un valor importante, con mayor razón si nuestros partidos no forman cuadros políticos para ejercer la función representativa. Las cifras nos indican que solo uno de cada cinco congresistas ha sido reelecto en el actual Congreso. No es difícil observar cómo los reelegidos tienen mejor desempeño que los nuevos. En este siglo, de los 500 congresistas elegidos, la aplastante mayoría lo fueron por un solo período, entre los que se encuentran, en su mayoría, los que han estado involucrados en actos cuestionables.

La experiencia es un valor que se alcanza con el tiempo, que es lo que se requiere para lograr una buena función parlamentaria. Por lo tanto, la búsqueda incesante de nuevos políticos ha sido contraproducente. La no reelección parlamentaria agravaría este escenario.