Se necesita de un Gabinete político. Son precisamente estos ministros quienes convocan a los viceministros –conocedores del sector–, los que sin el peso de lidiar con la política trazan la cancha en los campos en los que son expertos. (Foto: Presidencia)
Se necesita de un Gabinete político. Son precisamente estos ministros quienes convocan a los viceministros –conocedores del sector–, los que sin el peso de lidiar con la política trazan la cancha en los campos en los que son expertos. (Foto: Presidencia)
Diana Seminario

Las expectativas que trajo consigo la asunción de como presidente de la República, en legítima sucesión constitucional tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, fueron muchas. Hace una semana se reveló el misterio del Gabinete, y la realidad resultó muy lejana a lo que se esperaba de la dupla Vizcarra-Villanueva para la conformación de su equipo ministerial.

Cuando el 23 de marzo Martín Vizcarra anunció en el Congreso un cambio total del Consejo de Ministros, más de uno soñó con nombres de personalidades de la política o personajes que, sin haber incursionado en esta, resultaran intachables y respondieran a las circunstancias actuales, en que la crisis moral pareciera no dar tregua.

A raíz de la situación que llevó a Vizcarra a la jefatura del Estado se necesita de nombres que merezcan el respeto de todos los sectores (o al menos de los más importantes) y que sean capaces de generar consensos que nos permitan avanzar, con menos sobresaltos, hasta el 2021.

Pero no. Villanueva y Vizcarra se inclinaron por la fórmula en la que –según ellos– no tendrían pierde: promover a los viceministros y hacer enroques que ocuparan los vacíos que dejaron quienes actualmente ostentan un fajín.

Se necesita de un Gabinete político. Son precisamente estos ministros quienes convocan a los viceministros –conocedores del sector–, los que sin el peso de lidiar con la política trazan la cancha en los campos en los que son expertos. Salvo contadas excepciones, este Gabinete está lleno de personajes ‘promovidos’, que si no hubiera sido por las circunstancias, jamás habrían llegado a ser ministros o ministras.

Además, muchos de los nombramientos empiezan cojeando, como el de la titular de Salud, Silvia Pessah, a quien se oponen –incluso antes de asumir el cargo– el cuerpo médico del Ministerio de Salud, el Sindicato de Profesionales de la Salud Pública y la Asociación de Profesionales Salubristas del Ministerio de Salud.

Recuerdan que cuando fue viceministra de Patricia García (la “ministrengue”), avaló que dijera, en plena crisis del dengue en Piura, que este era un “psicosocial”. Califican su designación como “continuismo de una gestión que trabajó a espaldas de la salud pública” y aseguran que durante su paso por el Minsa se “preparó el terreno para la emergencia de epidemias que hasta hace poco no existían, con declaratorias de emergencia en lugar de prevenirlas, vencimiento de lotes de vacunas contra el sarampión, apareciendo casos de esa enfermedad ya erradicada en nuestro país”.

Además, es clara la posición de Pessah a favor del aborto. Ha sido directora del programa de Derechos Sexuales y Ciudadanía en Salud del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, ONG que impulsa el aborto libre en el Perú, donde esta práctica es ilegal y en el que la Constitución le otorga derechos al concebido en todo lo que le favorezca. ¿Será capaz de defender la Carta Magna en este punto?

La designación en el Midis de Liliana La Rosa, hasta hace poco integrante del partido de Marco Arana; de Cristian Sánchez en Trabajo; y de Patricia Balbuena en Cultura también han recibido críticas, sobre todo por su sesgo ideológico. No olvidemos que en las elecciones del 2016, los electores rechazaron cualquier regreso a modelos caducos de izquierda.