(Composición: El Comercio)
(Composición: El Comercio)

“The Wire” es una de las mejores series hechas para la televisión, sino la mejor. Los protagonistas son un equipo de policías y fiscales de Baltimore que se enfrentan, a través de escuchas telefónicas, a la penetración de la mafia de las drogas en la justicia, la política, los sindicatos portuarios y la prensa.

El atractivo de la serie pasa por mostrar cómo reglas informales basadas en el poder y el dinero rigen la sociedad. Una cosa es lo que dicen las leyes sobre las obligaciones y responsabilidades de autoridades y funcionarios; otra lo que esas reglas informales determinan. Y si eso pasa en una sociedad con agencias de investigación profesionales y con recursos, imaginarán el poder de ese lado oscuro en sociedades con estados más débiles.

Si quieren explorar ese tipo de poder en nuestra sociedad, les recomiendo leer los especiales de este y otros diarios sobre el año de destapes del caso de . Leer estas historias probablemente haga que revalúe las dimensiones del caso. Puede que ya conozca la información, pero ponerla junta, y apreciar el orden de los descubrimientos, hace más impactante lo vivido y desafiante la tarea por delante.

Para comenzar, las escuchas centradas en sicarios y abogados de narcotraficantes mostraron la naturalidad y facilidad con la que se hablaba del sistema de justicia del Callao como un territorio conquistado por la corrupción. Jueces, secretarios y fiscales jugaban a la ronda con los mafiosos.

Se suma a ello la vinculación de estos casos con el puerto y su importancia en sacar la droga del país. Los asesinatos buscan controlar esa salida y acabar con cualquier oposición. Esto ya daba para un caso complejo y escandaloso de corrupción local.

Pero luego justicia y política nacional se entremezclaron con la mafia. Pasamos por la Corte Suprema, donde Los Cuellos Blancos eran un poder incrustado que negociaba sentencias y se aproximaba con éxito al poder político. También por el Consejo Nacional de la Magistratura (), donde la mafia garantizaba su reproducción y ubicación estratégica.

Al tomar contacto con el narcotráfico, sea directa o indirectamente, los involucrados, ya están manchados. Los favores se cobrarán tarde o temprano. Comparten el mismo interés en que la mugre no aflore. Y si algo sabe una mafia es que la mayor garantía de fidelidad es manchar lo más que se pueda.

No me gusta separar la realidad en forma dicotómica. Ese tipo de divisiones con frecuencia no hace justicia a los grises y a las diferencias de opinión. Pero en temas como este sí cabe hacer distinciones tajantes. El tipo de corrupción que nos muestra el caso indica que hay un poder oscuro enorme, determinando decisiones y garantizando fidelidades. Combatirlo pasa por separar a quienes le son funcionales de quienes lo enfrentan.

Este poder fue desnudado por fiscales y policías valientes. También por el interés de agencias internacionales y el apoyo político del Ejecutivo. Una prensa activa y la opinión pública fueron claves para el avance del proceso.

Pero mirar los hechos a la distancia nos muestra que también hubo suerte: si no salían los audios, si no se ataba este caso al de Lava Jato, el cáncer pudo seguir avanzando en silencio. Y nos deja la pregunta más apremiante: ¿cuántos otros poderes similares hay todavía en la oscuridad?