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Agencia Xinhua

(Xinhua) -- Este otoño, fui invitado por el New China Research and China Chat Show de la Agencia de Noticias Xinhua para viajar a algunos lugares de China, en muchos de los cuales había estado antes, para observar y comentar la opinión de la gente sobre la democracia, la libertad y los derechos humanos.

En el transcurso del viaje, fui testigo de cómo el éxito económico de China, al producir una clase media masiva, está cambiando las percepciones e interacciones del pueblo con el gobierno y viceversa.

Se convirtió en un viaje de descubrimiento sobre cómo China está pasando de una economía de subsistencia a una economía de elección y el efecto que esto está teniendo en su sociedad. Lo que más sorprende, sin embargo, es el papel positivo y esencial de los gobiernos locales en la adopción de funciones que normalmente son desempeñadas por las ONG en los países desarrollados.

TRASFONDO

El Partido Comunista de China fue fundado hace 100 años. Bajo el mandato del presidente Mao Zedong, el Partido reclamó sus tierras a los ocupantes coloniales y se unificó como pueblo. Luego, durante la presidencia de Deng Xiaoping, China comenzó el camino hacia la apertura y la reforma, lo que resultó en un progreso económico sin precedentes.

Ahora, bajo la conducción de Xi Jinping, China se está embarcando en la fase siguiente de su rejuvenecimiento, convirtiéndose en una nación moderna, equilibrada, sostenible y socialista.

Según un estudio de 13 años de la Universidad de Harvard, más del 95 por ciento de los ciudadanos chinos dan crédito al Partido por proporcionar un gobierno competente. Para poner esto en perspectiva, solo el 25 por ciento de los estadounidenses cree que su gobierno es competente y les brinda ayuda.

Con 1.400 millones de personas, China es un mosaico vibrante de personas y actividad que ha tenido dos constantes en los últimos 100 años, el cambio y el Partido.

LA OFERTA

Después de haber leído los informes sobre China, yo estaba interesado en ver realmente la realidad. Es por eso que, cuando se me ofreció la oportunidad de ser comentarista en un documental sobre lo que significan la democracia, la libertad y los derechos humanos en China hoy en día, acepté con gusto.

La democracia, la libertad y los derechos humanos son temas de actualidad para mí porque como comentarista de asuntos políticos y económicos en numerosas estaciones internacionales de televisión y radio, experimento las narrativas diarias contra China acerca de todo, desde la política, la economía y el comercio, hasta Xinjiang, Hong Kong, Tíbet, Taiwan y el Mar Meridional de China. Dado que gran parte de la prensa del mundo desarrollado ha tomado una decisión, tenía sentido para mí ver lo que la gente en China pensaba sobre su gobierno y sus vidas, en términos de sus aspiraciones, derechos, responsabilidades y la ley.

Viajando a través de áreas, algunas de las cuales eran nuevas y otras que había visitado de seis a 12 años antes, noté una sensación de profundo cambio ambiental y social.

Ambientalmente, los exuberantes paisajes verdes y los prósperos pueblos que vi estaban muy lejos de los cubos de polvo industriales y las casas antiguas y baratas que los rodeaban, que había visto en el pasado.

Socialmente, hubo dos cambios importantes que noté. En primer lugar, las actitudes y aspiraciones de las personas que entrevistamos eran las mismas que las actitudes y aspiraciones de la clase media en el mundo desarrollado: ganar dinero para pagar la educación universitaria de sus hijos, vacaciones, automóviles, casas, ahorros, acceso a una buena atención médica, cómo cuidar a sus mayores. En segundo lugar, fueron el nivel y el alcance de los gobiernos locales y nacionales, en la promoción del desarrollo social.

Después de haber viajado extensamente en China durante los últimos 20 años, incluyendo la escritura de dos libros sobre las ciudades chinas y cómo funcionan, fue increíble ver el ritmo del cambio en un período de tiempo relativamente corto y cómo ha cambiado el pensamiento y las expectativas de las personas.

Pero, lo que fue más impresionante, y probablemente contradictorio para aquellos que no han estado en China recientemente, fue la parte activa que los gobiernos locales estaban tomando en la promoción de la transición de una sociedad de necesidad, a una de elección.

El graduado de uno de los centros de educación y capacitación vocacional posa con su esposa en su casa en la ciudad de Kashgar, en la región autónoma uygur de Xinjiang, noroeste de China, el 18 de septiembre de 2021. (Xinhua/Xu Yongzheng)
El graduado de uno de los centros de educación y capacitación vocacional posa con su esposa en su casa en la ciudad de Kashgar, en la región autónoma uygur de Xinjiang, noroeste de China, el 18 de septiembre de 2021. (Xinhua/Xu Yongzheng)

LOS VIAJES

Cuando la entrevista que se suponía que debíamos tener en una sala de maternidad con una madre y su recién nacido se canceló ya que la mujer había dado a luz el día antes de que llegáramos, persistimos hasta que el personal médico encontró a una nueva madre que aceptó no solo ser entrevistada sino que visitara su casa.

Los orgullosos padres tenían dos hijos, pero anhelaban una hija. Ambos solo tenían un empleo intermitente y vivían con la familia del esposo. Habían pagado 320 RMB (50 dólares) por todo el proceso de parto en un hospital recién abierto. La sonrisa en el rostro del orgulloso abuelo y las miradas de sus tímidos pero curiosos nietos mientras saludaban a la última incorporación a la familia, una nieta, es algo que permanecerá inscrito en mi mente.

Esto también desacreditó las falsas narrativas sobre un área y personas con miedo, donde las madres se ven obligadas a abortar, donde las hijas no son deseadas y donde las personas son encerradas, torturadas y asesinadas en “campos de concentración”.

Fuimos dos veces a su casa, una vez por la noche y otra vez durante el día, para registrar la alegría de la familia cuando el “regalo”, que es como la llamaron en lengua uygur, llegó a casa por primera vez.

Había otras actividades en los pueblos y ciudades de Xinjiang, pero todos hablaban de lo mismo, se trataba de que los chinos hicieran su vida cotidiana, trabajaran, jugaran y persiguieran sus sueños de clase media.

Las 20 horas que pasé viajando por Kashgar, que es 80 por ciento uygur, revelaron una comunidad normal donde los niños jugaban en las calles, el maíz se secaba en las carreteras y la gente seguía con sus vidas, no consumida por el miedo, sino con el deseo de mejorar el futuro de sus familias. Una representación, que no es solo la historia de Kashgar y Xinjiang, sino de toda China.

Aunque no he cejado en mi empeño por refutar las historias absurdas que se han creado para vilipendiar a China como parte de una competencia geopolítica orientada a contener su éxito, sé que ni yo ni nadie podemos decir que esto cambiará la forma de pensar de algunas personas. Espero que después de que la epidemia de COVID-19 retroceda, otros vengan a Xinjiang de viaje, no para apoyar los prejuicios de esas personas sino para ver la verdad.

Hubo muchas otras entrevistas y experiencias destacadas, como conversaciones con el imán de la mezquita más grande de Kashgar, cuyo padre, el antiguo imán, fue brutalmente asesinado por tres terroristas frente a la puerta norte de su mezquita en 2014. La entrevista a un hombre y luego a una mujer que, tras la intercesión de sus familiares, fueron a los centros de educación y capacitación vocacional a aprender idioma chino, nuevas habilidades y tolerancia.

Vi el amor entre el hombre y su esposa, quienes recuperaron su relación después de que él entró a un centro de capacitación a petición de ella, después de una serie de problemas domésticos y demandas irrazonables para que ella renunciara a su trabajo, se vistiera con burka y se quedara encerrada en casa.

Luego, la mujer, que después de la muerte de su padre fue animada por su familia para que entrara al centro de capacitación en busca de ayuda. Alguien la había convencido de que su padre se iría al infierno a menos que dejara de trabajar y creyera en la versión wahhabista de la Sharia (ley Islámica). Ella era maestra en un jardín infantil, y en el centro de capacitación su talento para el arte fue reconocido. Ahora ella es la estrella del espectáculo diario que da la bienvenida a los turistas a la antigua ciudad de Kashgar. Después de salir del centro educativo se casó. Al hablar con ella uno no puede dejar de notar que es como si estuviera hablando de una persona diferente cuando cuenta la historia de su pasado.

Sin embargo, dado que esto debería ser un artículo y no un libro, no tendré espacio para hablar en detalle sobre cada entrevista y lugar que experimentamos. Basta decir que no vi nada remotamente parecido a la desinformación difundida sobre Xinjiang.

El esfuerzo involucró una masiva inversión de planificación y recursos, incluidos incentivos económicos especiales para atraer a las industrias a establecerse en Xinjiang. También está directamente en línea con la determinación del Gobierno de que ni un solo ciudadano chino se quede atrás, de que la pobreza se puede solucionar y de que asegurarse de que dichos objetivos se logren es su responsabilidad.

El esfuerzo aplicado en Xinjiang no es algo de estilo vendaje o paño de agua tibia, se trata más bien de la erradicación de la pobreza, el incremento de los servicios sociales, la aceleración del desarrollo económico y la lucha contra la COVID-19. Fue una solución orientada a la raíz del problema, una solución que está funcionando, como lo demuestran todos estos años de paz.

Sin embargo, este viaje no se trata solo de Xinjiang. Aunque no participé en la parte tibetana del viaje, escuché las historias. Vale la pena señalar que en cada una de las paradas se hicieron entrevistas con personas comunes, empresarios y líderes de los Gobiernos locales. Fuimos testigos de elecciones, asistimos a negociaciones laborales, vimos cómo los Gobiernos estaban creando soluciones nuevas y más eficientes para la gente a la que sirven, presenciamos una sesión de retroalimentación legislativa, vimos a las comunidades planeando un festival local y aprendimos cómo una pequeña comunidad de distrito había logrado que toda la ciudad de Shanghai adoptara siete contenedores para el reciclaje. Entrevistamos a ciudadanos locales y extranjeros que participaban en estas actividades. Casi todos los extranjeros indicaron que al principio estaban sorprendidos de haber sido invitados y del grado en que se tuvieron en cuenta sus opiniones sobre proyectos de ley y asuntos cívicos.

En términos de la gente con la que hablamos, cerca del 50 por ciento eran personas al azar a las que detuvimos e hicimos preguntas. ¿Cómo va todo? ¿El Gobierno local está haciendo un buen trabajo? ¿Saben quiénes son los líderes del Gobierno? Sobre la base de sus respuestas, hacíamos nuevas preguntas.

Pudimos ver claramente que la atención de la gente no estaba en la política sino en la realidad de sus vidas, las oportunidades económicas, el acceso a la atención médica y sus familias. Pudimos notar que en cada entrevista con los ciudadanos chinos había una sensación de orgullo en su propio país y su Gobierno.

Dondequiera que fuimos, los Gobiernos locales parecían decididos a abordar los temas no como una reacción a las críticas externas sino porque lo asumían como su trabajo.

Observamos los preparativos para elecciones locales y luego vimos cómo la gente emitía sus votos secretos para la gente que querían que les representara. Hablamos con cinco candidatos que competían para cuatro posiciones en la junta de la aldea.

Nadie hizo ninguna promesa electoral ni atacó a los otros candidatos, cada uno solo habló de lo que había hecho y de su deseo de servir. Luego caminamos por la aldea y preguntamos a gente al azar si conocían a los candidatos, a lo que todos contestaron “sí”. Preguntamos por qué estas personas habían sido elegidas, y respondieron, “la gente sabe quiénes son, y creemos que tienen el deseo y la capacidad de ayudar a la aldea”. Noté que no había carteles ni vallas electorales. Cuando pregunté por eso, la respuesta que obtuve fue que nadie haría eso, y que no haría ningún bien, porque si la gente no conocía a los candidatos y sus características, no votaría por ellos.

Einar Tangen habla sobre su experiencia durante la filmación del documental con el equipo de China Chat, en Beijing, el 18 de octubre de 2021. (Xinhua/Xu Yongzheng)
Einar Tangen habla sobre su experiencia durante la filmación del documental con el equipo de China Chat, en Beijing, el 18 de octubre de 2021. (Xinhua/Xu Yongzheng)

CONCLUSIÓN

Una pregunta que yo meditaba mientras viajábamos era, ¿cuál es la función básica del Gobierno y su relación con la gente? La China moderna ha hecho lo correcto usando diferentes ideales y formas de gobernanza, lo que ha sorprendido y consternado a Estados Unidos y otros países capitalistas con democracias liberales.

Hoy, muchos sienten que el éxito de China es una amenaza existencial para la supuesta supremacía de sus sistemas, pero China no es ideológica, no ha iniciado ninguna guerra, y no ha tratado de imponer sus valores y sistemas a otros países. En su lugar, se ha centrado en responder a las necesidades de sus ciudadanos y protegerse de las fuerzas que parecen tener la intención de “contenerla”.

En mis numerosas discusiones sobre este tema, la conclusión general es que algunas personas insisten en que el sistema de partido único es un anatema de la libertad y los derechos humanos porque impide que la voluntad del pueblo cambie el Gobierno. Mi respuesta es que si la capacidad de cambiar Gobiernos es una solución, entonces no habría ningún problema en ninguna democracia moderna. Lo que quiero decir es que el problema no es acerca de cambiar los malos Gobiernos, se trata de crear un mejor Gobierno más sensible, y eso parece ser lo que el Partido está haciendo, ganando el derecho a gobernar al demostrar habilidad en la solución de los problemas a medida que surgen. El mundo ha sido testigo de esto una y otra vez, el ascenso económico de China prácticamente desde la nada, el manejo de la crisis financiera global, la pandemia de COVID-19, y, lo más importante, el ganar la confianza de su pueblo a través de la legitimidad operativa.

En términos de libertad y derechos humanos, no puede haber libertad si uno no puede estar seguro en su casa, trabajo, escuela o en la calle sin temer por su vida, o tiene la necesidad de llevar protección. El primer deber de un Gobierno es proporcionar seguridad a sus ciudadanos. Irónicamente, muchos en las democracias desarrolladas se burlan de los países que no pueden pasar la prueba inicial cuando ellos mismos la han fallado. Si no tienes un lugar para vivir, no tienes alimento para comer, no tienes agua para beber, no puedes tener derechos humanos individuales. No puede haber derechos humanos colectivos si no hay sistemas de suministro de agua, alcantarillado, electricidad, promulgación de leyes, protección de personas y propiedades, resolución de disputas, comunicaciones, transporte, escuelas, atención médica, trabajo, movilidad económica y social para que las personas capacitadas y diligentes puedan ascender. No puede haber ninguna mejora, a menos que la abrumadora mayoría de la gente crea en, y esté comprometida con, los medios y métodos de cómo las libertades, los derechos humanos individuales y colectivos son protegidos y promulgados a medida que cambia la dinámica del mundo.

Mi viaje cubrió solo una pequeña parte de China, pero lo que he visto muestra que el éxito de China continuará. Mientras el Partido esté dispuesto a reflexionar, y a cambiar cuando sea necesario cambiar, a planificar y a implementar, mantendrá la confianza de su gente y mantendrá su necesidad de libertad y derechos humanos individuales y colectivos.

(El autor es un comentarista estadounidense de asuntos políticos y económicos que vive en Beijing. Fue invitado a participar en el documental de Xinhua titulado “Inside China: a Discovery Tour” y posteriormente escribió este artículo.)


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