Mario Fernández

Los futbolistas no son los únicos que juegan. También juega la dirigencia y, en el caso de , lo hicieron vía el . Más allá de las buenas intenciones -nadie duda de que aman al club-, esos hinchas representaban un gusto histórico del equipo que querían ver reflejado en su once y que Pablo Bengoechea no entendía tan natural, pese a su título y dos subtítulos locales. “Alianza gana pero juega feo”, se decía.

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Con contrato aun vigente y cariño popular, Bengoechea era “intocable”, por lo que la intervención en el estilo no fue directa sino manejada con de gustos afines al Fondo y con influencia en ciertas contrataciones más iniciativa de los popes que del técnico.

Dentro de esas contrataciones nuevas no hablo de , jugador fetiche de Bengoechea desde la selección y pedido por él para este Alianza, sino en otros apellidos que solo llegaron en el contexto del nuevo orden dirigencial. La salida del técnico uruguayo en el verano limpió el camino para que el “Alianza del Fondo” impere, y lo que pasó fue mucho peor, sencillamente porque falló la ejecución, las previsiones y, sobre todo, algo tan clave como el armando de tu plantel.

Una de las imágenes que dejó el partido ante Sport Huancayo, cuando Alianza Lima bajó a Segunda División. (Foto: Liga 1)
Una de las imágenes que dejó el partido ante Sport Huancayo, cuando Alianza Lima bajó a Segunda División. (Foto: Liga 1)
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Sin base foránea

Un plantel se hace de tres tipos de jugadores. Los extranjeros, llamados a dar un salto de calidad, los locales con rango de potenciales jugadores de selección y los locales que, o por muy jóvenes, o por muy viejos, o por muy discretos no pertenecen a las listas de Gareca como seleccionados.

Empecemos por los extranjeros que no sumaron gran cosa. Los de Bengoechea, en años anteriores, eran uruguayos rocosos y nada brillantes, pero útiles a su idea y desde esa línea aportaban. Los que llegaron este año no cuajaron nunca, porque más allá de que Quijada fue el mejor y Zúñiga el peor, el aporte del foráneo promedio en Alianza este 2020 no supuso un diferencial, como sí pasa en la ‘U’ con Dos Santos o en SC con Herrera. Decía Daniel Peredo que en el Perú, “equipo que la chunta con sus extranjeros a inicio de año, tiene medio campeonato ganado”. Bueno, aquí ni eso.

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Respecto los jugadores locales con potencial de selección el gran error fue apostar por nombres y no por presentes, quizá guiados por sugerencias dirigenciales o aportes de agentes. y tenían (y tienen) problemas físicos que los sacaron de la Videna. Ascues, Deza y Gómez son tan talentosos como indisciplinados. Ballón es un jugador rendidor, repatriado de Chile donde no triunfó, que no hace ninguna diferencia. Y de Aldair Salazar, ni comentemos: está años luz del que fue en Muni. El Alianza 2020, sin extranjeros de peso, tuvo como representantes a este tipo de jugador. De hecho, quien se volvió un ejemplo negativo fue noche tras noche y un pelotero sin carácter para imponerse, demasiado irresponsable para estar en el club.

Solo en el tercer grupo, en el de los jugadores locales sin selección, se dieron algunos rendimientos interesantes aunque insuficientes. El juvenil Cornejo mostró bastante más que rebeldía; Butrón desde su veteranía mantuvo su inmensa dignidad; y los chispazos de Mora y Arroé eran solo eso: tenues luces que no alcanzaban para ganar.

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Si a estos graves problemas de conformación de plantel se le suma confusión desde la dirección técnica (4 técnicos en 1 año) y cierta subestimación a la baja por parte de los altos mandos, lo que se tuvo es un Alianza enredado, sin alma, que poco a poco y solo en la última semana se dio cuenta de su real drama. Que aquel “equipazo” de enero estaba sostenido en la nada misma.