PAMELA SANDOVAL DEL ÁGUILA

La Navidad despierta entusiasmo y preocupación entre los diez mil comerciantes formales de Mesa Redonda, el emporio comercial más grande de Lima. Entusiasmo porque se estima que decenas de miles compradores visitarán sus galerías. La dicha, no obstante, les dura poco, pues a la par de semejante público hay unos 3.000 ambulantes que entorpecen las cuatro rutas de evacuación que tienen para casos de emergencias.

“Hay gente que de veras necesita el trabajo, pero otros, como los vendedores de comida o los jaladores de las tiendas grandes, solo estorban y permiten que los rateros tengan dónde esconderse”, se lamenta Luis Sánchez, propietario de una tienda en la galería Mercado Central.

El Comercio corroboró que los vendedores ambulantes de nacimientos, juguetes y adornos de temporada ya ocupan cada espacio libre que pueden en los jirones Puno, Ayacucho, Andahuaylas y Cusco.

Además de causar malestar por la falta de espacio, la saturación de estas vías resulta peligrosa porque se trata de accesos directos a la Av. Abancay, elegidos por Defensa Civil de Lima en el 2012 como rutas de escape en caso de desastres.

“Desde el punto de vista del control y la sanción, podemos contener el avance [de ambulantes] e incluso reducirlo. Pero erradicar esta labor no autorizada ya es un tema social”, explica Álvaro Anicama, gerente de Fiscalización de Lima.

UNA TOMA AVISADA El retorno progresivo de ambulantes al Cercado data de inicios del 2011 y recrudeció en marzo pasado, después de la consulta de revocación que superó la alcaldesa Susana Villarán.

César Calderón, de la Asociación de Comerciantes del Jirón de la Unión, afirma que si bien la situación no es tan crítica como en los años 90, cuando el comercio ambulatorio se llevaba el 70% de sus clientes, la invasión nocturna de ambulantes espanta al turista del Centro Histórico.

“Tras mucho trabajo llegamos a S/.700 millones de ventas por Navidad el año pasado. Este año buscamos ingresos por S/.805 millones, pero si el público se va es porque no hay garantías. ¿Cómo vamos a trabajar?”, se pregunta Calderón.

Carmen Vildoso, gerenta de Desarrollo Empresarial de Lima, asevera que la gestión actual solo dio permisos para ocupar la vía pública del Cercado a 100 ambulantes. “Parece que hay más porque muchos falsifican chalecos y logos en sus puestos para burlar la fiscalización”, aclara. ¿De cuántos ambulantes en estas condiciones hablamos? Los cálculos más optimistas de la gerenta coinciden con los de los comerciantes formales: unos 3.000, sin contar a los carretilleros, que entre empadronados e informales suman más de medio millar.

“En la Av. Abancay, por ejemplo, solo tienen licencia algunos lustrabotas y vendedores de periódicos”, explica Vildoso.

La pregunta, entonces, es por qué los no autorizados siguen trabajando. Para Anicama, no se trata de permisividad o ineficiencia, sino de gestión: la actual prefiere el diálogo antes que la represión. Esta práctica es más que evidente en el Jr. Inambari, a espaldas del antiguo Cuartel Santa Catalina, donde 50 vendedores de nacimientos ocupan un tercio de la pista. “Su permiso está en trámite. Si no lo obtienen, los retiraremos”, anuncia Anicama.