Han pasado cuatro años desde que el mayor PNP Felipe Bazán Soles fue secuestrado por una turba de nativos que resistieron, atrincherados en la denominada ‘Curva del Diablo’, Bagua, el violento desalojo que ejecutaba la Policía Nacional para hacer cumplir los decretos ley 1064 y 1090.

La convulsión en ese lugar cobró la vida de 24 policías y nueve nativos. Además, las cifras oficiales de los luctuosos sucesos arrojan que hubo un desaparecido cuyo paradero hasta hoy es incierto: el mayor Bazán.

La búsqueda incansable que ha emprendido desde entonces Felipe Bazán Caballero, padre del oficial desaparecido, ha estado marcada de múltiples punzadas. Las informaciones iniciales tras los primeros meses de incertidumbre daban cuenta de que Bazán había sido arrojado con vida al río Marañón. Se especuló luego que el oficial había perecido en el caudal del Utcubamba.

Casi siete meses después de la masacre, fue difundida una fotografía en la que siete indígenas, armados con lanzas, aparecen neutralizando a un hombre maltrecho y ensangrentado. Esa fue la primera señal en torno al agente no habido. Sin embargo, esa teoría perdió peso en los días posteriores, principalmente, a partir del testimonio de sus familiares.

En mayo del año pasado, una nueva pista emergió. En Bagua, un cadáver fue hallado y otra vez se atizó la duda sobre el paradero del agente.

“Mi hijo hasta ahora está desaparecido. Es muy grande la incertidumbre y el dolor que hay en toda mi familia. Mis nietas, yo y el pueblo de Cajabamba donde vivo”, declaró hoy Felipe Bazán Caballero, padre del mayor PNP.

“Ahora no puedo decir si lo tienen vivo o lo mataron en una comunidad. Lo que está claro es que el Poder Judicial no ha determinado nada, el Estado no quiere que esto se aclare, quiere que esto quede impune. El Poder Judicial tiene todavía el caso pero no se le veo ganas de hacer justicia. Son cuatro años y no sé a qué persona puedo llorar o rezar, a quién puedo recurrir”, lamentó.