PAMELA SANDOVAL DEL ÁGUILA
Las dos horas que toma ir del Callao a San Isidro o de Chorrillos al Cercado, en hora punta y con transporte público, permiten concluir que en la jungla de cemento limeña los vehículos son animales caníbales y los pasajeros, a ojos de muchos choferes, no son personas sino monedas.
Esta forma de pensar, que al volante se refleja en la invasión del carril contrario para sortear el tráfico, hacer carreras con otros vehículos, detenerse sobre cruceros peatonales o viales, y dejar o recoger pasajeros a mitad de la pista, parece vigente sobre todo entre los trabajadores de las empresas Orión, Translima y Servicios Lima Chosica (El Chosicano).
Estas compañías, según la Gerencia de Transporte Urbano (GTU), tienen, en promedio, las rutas más largas de Lima: 74,5 km ida y vuelta. Y, paradójicamente, figuran entre las que más adeudan al Estado por multas de tránsito: S/.3’157,497 hasta setiembre, según el Servicio de Administración Tributaria (SAT).
“Siempre te cierran. Debes avanzar bien mosca porque… ¡Mira!, se metió a tu carril. Y ni pasajeros lleva”, se lamenta un taxista con el conductor de El Comercio que el jueves seguía a la coaster de placa D6W-853 (Translima) por la Av. Santa Anita, en Chorrillos. Luis Maraví, representante de esta empresa, asegura que, como solo 20 de sus 450 vehículos son propios, les resulta difícil garantizar que los choferes comisionistas trabajen responsablemente. “Estamos de acuerdo con renovar el sistema, pues el trabajo con comisionistas ya no funciona, pero [el Concejo de Lima] no debió aplicar multas tan altas antes de la reforma [del transporte]”, se defiende.
El alza en las multas que menciona Maraví se dio en julio del 2012, cuando entró en vigencia la Ordenanza 1599 de Lima, que multa hasta con S/.7.400 (2 UIT) faltas al sistema como las carreras entre unidades o que el cobrador tenga parte del cuerpo fuera de un vehículo en movimiento. Otras imprudencias, como conducir ebrio, siguen siendo sancionadas con el Código de Tránsito reformulado por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones en el 2009.
MIEDO A LAS CÁMARAS Callao, 7:40 a.m. Conforme se acerca la hora de mayor demanda en la mañana, los vehículos de Orión salen de su terminal. Avanzan despacio, a menos de 40 km/h, velocidad que baja más si están cerca de un colegio.
Esa prudencia, sin embargo, va olvidándose en cuanto llegan a la Av. La Marina, y desaparece casi del todo en vías como Javier Prado y Camino Real, donde dos de sus más de 1.200 unidades (de placas B3A-711 y C8B-701) obstruyen el pase peatonal o viran de izquierda a derecha para recoger pasajeros.
¿A qué se debe el cambio? Carmen Barreto, gerenta de Transporte Urbano del Callao, cree que es el temor a las fotopapeletas. “Hace años no hay accidentes graves porque somos estrictos con las sanciones”, dice.
Similar actitud tuvieron las casi 500 coasters de El Chosicano hasta setiembre, cuando pasaban por el Cercado y aún no se desconfiaba de las fotopapeletas. Hoy, sus pasajeros siguen viajando apretados y sufren retrasos de 30 minutos en vías como Evitamiento.