JOSÉ ROSALES
A su natural capacidad de moverse en el extenso y árido desierto, Penny Cabrera suma su apasionado compromiso por preservar la riqueza existente en el tablazo iqueño, que ya es considerado por los geólogos y paleontólogos el cementerio de fósiles marinos más grande del mundo.
¿Por qué llegó hasta aquí? Mi madre nadaba en Huacachina y me pedía que la acompañara. A mí no me gustaba el olor de la laguna y trepaba las dunas a los seis años. Allí, en el desierto comencé a sentir la verdadera libertad.
¿Libertad en un lugar que también puede ser hostil y riesgoso? El desierto te da la libertad y después te dice la verdad. Es bello y majestuoso, pero también árido, adverso y hostil. Aquí cambia el sentido de la propiedad. No eres dueño de lo que tienes, sino de lo que realmente necesitas. Todo se comparte por la necesidad de supervivencia. Vives lento como una tortuga, con paso seguro y respetando cada espacio de este inmenso hábitat.
Tiene una singular riqueza… La formación geológica del desierto de Ica contiene casi todas las formas de los desiertos del mundo, según han comprobado geólogos, paleontólogos y fotógrafos a los que he guiado por este gran tablazo en los últimos 25 años. No siendo muy grande comparado a otros, el de Ica tiene casi todas las edades geológicas, lo que brinda una espectacular visión, pero sobre todo una enorme posibilidad de estudio e investigación. Se trata de un gran libro natural abierto, que aún no ha sido estudiado en esa dimensión.
¿Qué experiencia le impactó? He encontrado lugares muy altos donde el amanecer forma un arco iris en el entorno de tu sombra, causada por la primera luz que, al proyectarse en la sombra y entrar en contacto con la evaporación del entorno, genera la distorsión de la luz y causa esa gama de colores alrededor de uno. He tenido experiencias extremas, como haberme quedado 15 días en pleno desierto con agua y víveres para solo una semana, además de encontrar dientes de grandes tiburones que se están destruyendo por la erosión del suelo, pero también momentos muy sublimes con la pequeña fauna (zorros y lagartijas) que habita el desierto y que parece haberse acostumbrado a mi presencia y poder compartir con ellos su hábitat sin causarles temor. Nuestro error histórico es pretender copiar a la naturaleza y no aprender aún a convivir con ella.
¿Se ha llegado a desanimar de seguir internándose en el desierto? Nunca. Cada vez lo recorro más. Atravieso valles, ingreso a inexplorados cañones, extensas mesetas que fueron, por las evidencias existentes, lugares de observación adonde acudían los prehispánicos para admirar las constelaciones a través de un agujero formado por los ciclones y corrientes de aire que se generan en estas zonas. Allí acudían, probablemente, para estudiar y comprender el universo y preservar la vida de estas civilizaciones.
¿Se ha trabajado en la conservación de este yacimiento de fósiles? No existe una sólida intención de conservar este gran patrimonio natural. Dada la gran riqueza paleontológica y cultural, debería ser considerado área natural protegida por el Estado y la Unesco. Es necesario legislar convenientemente para evitar la depredación de la zona, crear el primer museo natural y fomentar la investigación científica que permita la conservación del área. No terminemos, con nuestra indiferencia, por desarmar lo establecido en el tiempo.
¿Después todo lo que ha visto, espera encontrar algo más? No lo sé. El desierto siempre me sorprende. A medida que pasan los años he ido agudizando mis sentidos y la percepción de las cosas, desde los objetos materiales hasta aquellos vivenciales, como una noche estrellada con una lluvia de aerolitos de colores. En los últimos tiempos las condiciones climatológicas en el desierto han cambiado radicalmente, con vendavales, lluvias persistentes, tormentas de gran duración que obligan a adaptarse constantemente a estos cambios.
Hay una frase que siempre menciona: “Mis hijos y mis ojos, mis tesoros son”. ¿Qué significado tiene? Mis hijos son mi mayor y mejor herencia. Serán los depositarios del conocimiento que tengo del desierto. Mis ojos han sido testigos de todo lo que he podido experimentar en el desierto. Ellos conocen mucho más de todo lo que conozco del desierto.
¿Hermelinda y ahora Débora son fundamentales en sus recorridos? Hermelinda fue mi fiel compañera hasta que cumplió su ciclo. Débora es mi reciente compañera. Estoy hablando de mis dos camionetas [risas]. Las que me han permitido adentrarme en el desierto con mayor comodidad y seguridad.