JUAN AURELIO ARÉVALO
Esperaba que llegara en Vespa, pero llegó en taxi. El tráfico del Centro de Lima espanta hasta a los más valientes.
Así que eres médico… Sí, en Ecuador estudias 7 años de Medicina y luego haces la rural, trabajas un año para el Estado. Hoy debes tener una especialidad. La de menor tiempo dura cuatro años, pero yo quiero cirugía cardiotorácica y dura ocho.
Escogiste la más complicada… Una de las más difíciles, sí. Bueno, si me meto a hacer el posgrado no voy a poder cumplir mi sueño. Yo sé que suena romántica la idea, de hecho lo es, pero mi sueño era viajar en moto por Sudamérica para demostrar a la gente que pueden hacer lo que se proponen. ¡Yo lo estoy haciendo!
¿Qué te motivó a viajar en moto? Mi padre fue uno de los primeros que viajó en moto por todo Ecuador. Él me dio mi primera moto a los 5 años. Empecé este viaje en Cuenca, ahora estoy en Perú, seguiré por Chile, Bolivia, Argentina y Uruguay.
—Me recuerdas al ‘Che’ Tiene un aire mi historia, sí.
Por lo menos tienes la barba… [Risas] Yo me llevo muy bien con mis pacientes, pero en la rural ya estaba extasiado. Ya no veía a una paciente como “la señora González”, sino como “la embarazada”. Necesitaba rehumanizarme y no tienes idea cómo me ha servido Perú. La gente es genial. Salvo unos policías…
¿Qué pasó? Entre Ecuador y Máncora, paré en Punta Sal a tomar fotos y me pararon los policías de carretera. Dijeron que iba a excesiva velocidad. ¡Mi Vespa va a un promedio de 50 o 60 kilómetros por hora! Querían plata, pero pasa aquí como en mi país…
Pero debes haber encontrado otros personajes en el camino… Tengo miles de historias. En Máncora me recibió la señora Yola que enseña surf, me recibió en su casa que es como un oasis. Antes, entre Punta Sal y Máncora iba en la carretera y de repente aparecieron de la nada cinco jinetes en caballos peruanos de paso. Avancé junto a ellos, me daban fuerzas y se despidieron con sus sombreros. ¡Fue genial!
Pero también hay peligros… De entrada a Lima casi muero tres veces. Hay un lugar que se llama Santa Rosa, un camión se metió y tuve que salir de la carretera a la tierra porque me iba a chocar. ¡No le importó! Me dio tanta rabia.
¿Y por qué escogiste una Vespa? En una moto grande vas rápido y cómodo, pero lleva riesgos. Tal vez voy más incómodo y a 50 kilómetros por hora, pero disfruto el paisaje. El ocre con el blanco de la arena me fascina. El desierto te ayuda a pensar. Paro, tomo fotos, no tengo apuro. La nostalgia se hace presente en tramos, pero disfruto lo que hago. El único enemigo es el viento.
Vas a cruzar los Andes en Vespa. No quiero imaginarme cómo va a ser eso [risas]. Hasta ahora todo ha salido tan bien que me asusta.
¿Qué llevas contigo? Un kit de repuestos básicos, herramientas. La Vespa es la única moto del mundo que trae una llanta de emergencia. Es superchévere. Mi ropa, mi GPS, mi equipo médico básico. Mi moto se llama La Bala.
¿Dónde te estás quedando? En Máncora me quedé dos días, en Chiclayo tres, en Trujillo dos, en Piura una noche. Acá está el club Vespa Lima. Los contacté por Internet. Se han portado hasta el cielo de buena gente. De hecho llegué a Lima y con tanto tráfico alcancé la avenida Arequipa y se me rompió el cable del embrague. Los llamé y llegó Beto Carreño y me trató como a su hermano. Él me contactó con un amigo, Mariano Escobal, y me estoy quedando en su casa. Es una persona que nunca me había visto en su vida. Llegamos, salimos un día y me dijo: “Loco, estás en tu casa, llévate las llaves”. ¡Un gesto espectacular! Solo por eso no le voy a robar [risas].
¿Has pensado qué pasará contigo cuando termines el viaje? Pondré los pies sobre la tierra. Estudiaré, me comeré libros para dar exámenes, buscaré posgrados.
¿Y no has pensado que tal vez te termine atrayendo otra profesión? Entre Trujillo y Huarmey me pasó un auto negro rapidísimo. Poco después tuvo un accidente. Me acerqué, les dije que era médico y podía ayudar. Cogí mis vendas, mi equipo, bajé a examinar. Gracias a Dios estaban bien, pero estaban un poco recelosos. Había desconfianza. Yo sé que lo mío es ayudar a los demás.
¿Cómo ha cambiado tu vida? Mucho. En Máncora conocí a unas chicas. Les dije que si iban a Ecuador fueran a la casa de mi padre y de hecho fueron. Este viaje se trata de eso, de abrir la mente, de ver y conocer a toda esa gente nueva y buena.
FRANCISCO SEPÚLVEDA Tengo 25 años. Nací en Cuenca, Ecuador. Estoy cumpliendo el sueño de mi vida al recorrer Sudamérica en moto. Voy en una Vespa Piaggio LML 150, dos tiempos de 1997. Obviamente quisiera una Harley, pero ya la tendré cuando sea viejo. Soy miembro del club de Vespas, el Avispero de Quito. Varias empresas ecuatorianas auspician mi viaje. En el camino se han sumado dos de Perú: Motolab y Retrobike.¿Mi mayor virtud? Me encanta ayudar a la gente. ¿Mi peor defecto? Soy temeroso. Este viaje ha sido una lucha conmigo mismo. Pueden seguir mi viaje a través de mis dos páginas de Facebook: Travesía Vespa y Vespa Trip Travesía Sudamérica.