VANESSA ROMO ESPINOZA

Lima. El descubrimiento sucedió cuando los arqueólogos Matthew Helmer y Jeisen Navarro investigaban sobre cómo los antiguos chimúes construían sus ciudades en Samanco, distrito de Áncash. En una zona arqueológica con edificaciones de piedra, un hueco con adobes los intrigó. Fue en agosto pasado que decidieron limpiar esta área que ya había sido huaqueada.

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Empezaron a aparecer textiles, piezas completas de cerámica, cuentas de piedras preciosas y conchas. Cinco metros más abajo, apareció una tumba. Era un mausoleo con tres cámaras. Pese al saqueo aún estaba el personaje principal con dos cráneos más. En la tumba derecha, los restos de otras dos personas. En la izquierda, huesos de llamas y alimentos. Helmer y Navarro sabían que estaban frente a un miembro de jerarquía.

No sería cualquier personaje: por las 20 quenas halladas, así como por los silbadores y piezas de madera pacay con forma de personas tocando quena, se trataría de un músico de élite. Los otros personajes serían mujeres hilanderas.

Navarro, director del proyecto, calcula que la tumba sería de 1450 d.C, por la influencia inca reflejada en el entierro, con nichos trapezoidales, y por ciertas cerámicas en forma de aríbalo. Según dice, es una de las pocas tumbas excavadas de la época Chimú-Inca.

“Este descubrimiento es una mezcla del mundo chimú e inca. Es muy probable que los incas utilizaran caciques locales para administrar provincias como esta en el valle de Nepeña”, dice Helmer, quien hizo esta investigación gracias a la beca de National Geographic/Waitt.

El reconocido arqueólogo Walter Alva ratifica la importancia del descubrimiento. “No hay mucha información sobre los patrones de enterramiento chimú y este es uno de élite”, dijo.