JUANA AVELLANEDA FOTOS SEBASTIÁN ENRIQUEZ LAU

COMBI CIRQUERA Helder Lacunza y Tania Larrea

Detrás de unas cortinas rojas aparecen los ojos negros del acróbata Helder (32). Está vestido con una licra negra, zapatillas del mismo color y un sombrero de copa redonda. Como música de fondo suena una pegajosa melodía francesa que hace que la gente que está a su alrededor empiece a bailotear en su sitio. De pronto, la contorsionista Tania (30) sale del techo de la combi que hace doce años dio vida a ‘Circo Andante’, un proyecto maravilloso que lleva alegría a las calles.

La idea rondó sus cabezas luego de regresar de una escuela de circo en París. Allá notaron que los artistas hacían shows de primera en la vía pública, pero lo más bizarro era la respuesta de la gente. “Los franceses aplaudían la chamba de los artistas, contrario a lo que ocurre aquí. Por eso pensamos en llevar el circo a la calle. Lo único que no queríamos era mover una gran estructura, instalar una carpa, ni cobrar entrada. La voz era hacer algo en cuatro pasos. Así fue como optamos por usar una combi”, explica esta pareja que usa una combi Volkswagen del año 69 como camerino, biombo y escenario a la vez. Que tenga ruedas les permite llegar a todos los rincones de la capital. Desde Miraflores hasta San Juan de Lurigancho. No hay límites. “Hemos repotenciado el motor para poder recorrer también el interior del país”, dice Helder, quien trabajó en La Tarumba durante 12 años. Su fuerte es la acrobacia, las pirámides humanas y los malabares. Empezó como jugando. Su hermano mayor trabajaba en un circo y allí veía cómo disfrutaba haciendo trapecio, zancos, monociclo.

El próximo espectáculo que tienen en mente se llamará ‘Estate quieto’ y busca que quienes vayan a verlo hagan todo lo contrario. “La gente ya no sale salvo al cine o al teatro, pero no todo el mundo tiene dinero para pagar una entrada. Esa es la motivación para montar un espectáculo móvil como Circo Andante”, señala una pareja de artistas que nunca empieza una función peleados. “Literalmente yo me dejo caer en sus brazos”, asegura Tania.

COMBI MACHITA Fernando Gutiérrez

“¡Arranca amigo, arranca!”, grita el mecánico. Fernando, mejor conocido como ‘Huanchaco’, pisa el acelerador. Un ensordecedor sonido sale del tubo de escape. Entonces el artista de 34 años nos mira por el espejo retrovisor. Le parece comiquísimo que se le haya vuelto a parar la combi modelo Westfalia del año 78. “Para serte sincero tengo más recuerdos de mi combi malograda que funcionando. Pero así y todo la quiero. No se imaginan todo lo que tuve que hacer para conseguirla”, dice alguien que desde la universidad estaba obsesionado con este modelo. Un día un amigo le pasó un dato: estaban rematando una en la avenida Aviación. En el acto, fue al punto para hacerla suya. “Como el dueño vio que estaba demasiado interesado, me la vendió a un precio por encima del promedio”, cuenta mientras nos enseña los asientos forrados con una original tela escocesa.

“Es súper económica y entra un huevo de gente. Tengo cocina, refrigeradora, clóset, los asientos se convierten en cama y al jalar el techo aparece un camarote. Es como una casita rodante”, explica alguien que tiene en el espejo retrovisor la imagen de la Virgen de la Puerta. Se la puso el día en que decidió cruzar la frontera con un traje de súper héroe. Una capa celeste y una ‘H’ en el pecho fueron suficientes para que naciera ‘Súper Chaco’, el personaje de ficción que creó para superar el complejo de haber sido el hermano número dos. Pero no fue solo. Lo acompañó el bisnieto de Miguel Grau. “Nos fuimos en búsqueda del Huáscar en el 2009. No sabíamos si la combi iba a llegar o no. Simplemente nos mandamos. Mi idea era llegar para enterrar mi personaje, mis miedos. La escenografía: la frontera de Perú y Chile”, narra. Luego de recorrer más de 6 mil kilómetros, ‘Huanchaco’ creyó que era hora de bautizarla como ‘La Machita’. “La verdad, no pensé que aguantaría. Saliendo de Lima nomás reventó el tubo de escape”, finaliza muerto de risa.

COMBI ESCOLAR Rubén Orduña Portocarrero

Rubén se levanta todos los días a las 6:30 de la mañana, desayuna una taza de café y sale a trabajar. Lo hace a bordo de una combi crema del año 1984. Lo más estresante de su rutina, confiesa, es tener que enfrentarse a los cláxones de los que están desesperados por llegar puntual a marcar tarjeta. “Pero nada se compara con las ‘cerradas’ de las combis asesinas”, indica alguien que prefiere no encender la radio para manejar. “Suficiente con la bulla que hacen mis pasajeros”, dice riendo este hombre de cabello gris y ojos marrones.

Hace cinco años que don Rubén hace movilidad escolar. No le quedó otra opción después de que lo despidieran sin motivo alguno de su chamba. “Yo creo que debe haber sido por mi edad. Creen que los viejos, como yo, ya no podemos trabajar”, agrega mientras nos enseña el interior de su combi. Con parte de su liquidación le arregló el motor, las luces y le cambió los asientos para que los 13 niños que actualmente tiene a su cargo vayan cómodos. En la parte trasera ha pegado un sticker que dice Marca Perú. A don Rubén le encanta decir que es peruano, pero más que es hincha número uno de los Volskwagen. “Son carros que funcionan sin agua. Es un sistema que realmente me impresiona. Así nomás no se malogran, son bastante eficientes”, explica con una sonrisa.

Lo más divertido de su trabajo, asegura, es ganarse con las caras largas de quienes odian levantarse temprano para ir al colegio. “Ya los niños ni saludan. Suben nomás y se sientan. Algunos con el ceño fruncido, otros contentos. Pero hay también los que desayunan en movimiento”, cuenta. Para evitar cualquier tipo de accidentes lo acompaña su esposa Ana María, encargada de mantener el orden dentro y fuera de la combi. “Como se trata de niños pequeños hay que tener el doble de cuidado. Nos recuerdan a nuestros hijos y por eso los tratamos como tales”, admite alguien que repite la rutina cuando suena el timbre de salida.

COMBI PISQUERA Rodrigo Cassana

Pisco quebranta, jugo de maracuyá, jarabe de goma, zumo de chicha morada y hielo al gusto. Eso es todo lo que necesita Rodrigo para preparar un espectacular ‘Chaski frozen’. “Si al día siguiente te da resaca, te devuelvo tu plata. Políticas de la casa”, dice divertido este muchacho de 27 años. Rodrigo es dueño de la ‘Chaski’, una combi amarilla del año 90 que ha sido adaptada para convertirse en un bar sobre ruedas. “Cuando la compré era blanca y hasta tenía unas letras negras que decían movilidad escolar. La remodelé para montar mi negocio propio. La ventaja de este vehículo es que no necesito personal para abrir mi bar”, cuenta alguien que sueña con fomentar el amor por lo nuestro. “Qué diferente sería el Perú si el pisco fuera tan rentable como la cerveza. Olvídate, seríamos una potencia”, afirma alguien que tiene una carta con más de 40 tragos preparados a base de nuestra bebida nacional. “Lo paja del pisco es que te permite jugar. Desde un macerado de rosas para ellas, hasta un eucalipto sour para ellos. Para todos hay”, dice mientras coloca unas botellas en la parte trasera de la combi.

En un rato más la ‘Chaski’ estará presente en diferentes eventos: matrimonios, fiestas privadas, conciertos. El más reciente fue el de New Order. “Aunque la experiencia fue un parto, porque fueron dos horas de show, los comentarios fueron súper buenos. Nosotros preparamos los tragos al instante. Cuido bastante la calidad”, explica alguien que aprendió a conocer el buen pisco a los 15 años. El responsable, asegura, es su papá. “No soy barman, pero trabajo con un jefe de barra quien tiene a su cargo a dos expertos. Ellos me enseñaron que preparar un buen pisco es pura práctica. Cada vez que faltan manos, yo mismo soy”, precisa.

COMBI EMPANADA Cynthia Rodriguez Rueda

Detrás del mostrador una tímida Naty Rodriguez (27) está doblando una torre de servilletas. Lo hace con paciencia y supremo cuidado. Su hermana Cynthia (29) la mira orgullosa. No puede creer que vayan a cumplirse dos años desde que se sumergió en la aventura del ‘Empanacombi’, un servicio de comida rápida que ha dado empleo a 12 chicos con habilidades diferentes. Como la asistente de chef Janet Arrieta, sorda de nacimiento, o David Rojas, quien sufre de déficit de atención. “La idea de negocio surgió porque tengo una hermana con síndrome de Down y desde muy pequeña he desarrollado el concepto de inclusión. Sé lo difícil que es para ellos insertarse en el mercado laboral. De hecho toda mi fuerza de trabajo son chicos con retardo leve, discapacidad auditiva y síndrome de Down”, explica alguien que está aprendido a hablar el lenguaje de las señas.

Para Cynthia es un reto sacar este proyecto adelante. La gran meta es poder triplicar la fuerza de empleo para que más chicos especiales tengan la oportunidad de trabajar. “Nos ha pasado que las mamás vienen a comer empanadas y de paso dejan los currículum vitae de sus hijos. Saben que aquí ganan un poco más del sueldo mínimo y tienen todos sus beneficios de ley. Lo único que no tiene precio es verlos independizarse”, afirma.