GUSTAVO KANASHIRO FONKEN (@gkanashiro) Redacción web
“Me escapé porque me quisieron matar y tenía miedo”, decía un interno de 16 años desde la clandestinidad, versión que podría esquivar el ojo público si no se tratara de ‘Gringasho’, quien acababa de huir del centro de rehabilitación de Trujillo fuertemente armado, disparando a discreción contra otros jóvenes y flanqueado por otros tres menores de edad.
La notoriedad que adquirió aquel 28 de abril del 2012, cuando escapó de La Floresta, parece resurgir ahora tras la fuga, no solo de él, sino de otros 26 jóvenes de ‘Maranguita’, local al que fue trasladado tras su captura bajo la idea de que las políticas de seguridad, mucho más fuertes que las de Trujillo, serían capaces de mantenerlo a raya y evitar una reincidencia. Equivocación total.
Se han dado intentos de fuga pero han sido esporádicos en estos últimos años () Se está produciendo un fenómeno que tiene características nuevas. La fuga de Trujillo fue algo que no se había visto nunca en los centros juveniles, nunca se habían utilizado armas de fuego, dijo para elcomercio.pe Percy Castillo, jefe del Programa de Asuntos Penales y Penitenciarios de la Defensoría del Pueblo.
Cuando huyó del centro de rehabilitación de Trujillo, ‘Gringasho’, conocido por ser un asesino a sueldo, hizo más que responder lo que habría sido un intento por matarlo dentro de La Floresta. Se hizo de varias armas y, antes de reducir a la seguridad del centro, abrió fuego contra sus rivales, aunque solo logró herir a otros tres jóvenes.
¿Es este el resultado de un muchacho de 16 años sometido al tratamiento de un local de rehabilitación? Y es que en casos como el de este adolescente trujillano, pareciera que el internamiento solo sirve para que pueda conseguir nuevos aliados.
Antes que surgiera un elemento con la violencia que ha demostrado ‘Gringasho’, se podría considerar, al menos estadísticamente, que el tratamiento de reinserción social en ‘Maranguita’ era efectivo. Según el informe 157 de la defensoría sobre el Sistema Penal Juvenil, de los 144 adolescentes que egresaron del local entre el 2006 y 2012, solo 2 han terminado en un centro penal.
“Se pensó que Lima (‘Maranguita’) podría ser suficiente para contener a este tipo de personas pero esa lógica no ha funcionado. Por eso tiene que replantearse la estrategia de seguridad en los centros juveniles, para garantizar que cumplan sus medidas educativas y que no afecten la seguridad ciudadana”, añadió Castillo.
TRATAMIENTO INSUFICIENTE A nivel nacional, los jóvenes internados en régimen cerrado (como la totalidad de los más de 700 adolescentes en ‘Maranguita’) pasan por cinco programas: inducción y diagnóstico, preparación para el cambio, desarrollo personal y social, autonomía e inserción, y por último programas complementarios (intensivos, madres adolescentes, adolescentes externados).
En los últimos años, según las inspecciones de la Defensoría, se puede apreciar un progreso en las fórmulas de tratamiento para los jóvenes. Ha disminuido la sobrepoblación y el número de jóvenes que atiende cada psicólogo y maestro es menor, pero todavía se habla de casi 50 adolescentes por psicólogo.
“Nosotros incidimos en que debe seguir mejorando. Es una invocación porque sigue siendo una necesidad el mantener esta lógica de invertir lo suficiente para que los tratamientos puedan proseguir y ser efectivos”, dijo Castillo.
A esto hay que añadirle el gran número de mayores de edad que, por falta de la infraestructura necesaria en el sistema penitenciario regular, no pueden abandonar los centros juveniles (30% del total de internos a nivel nacional tienen más de 18 años). La suma de todos estos elementos ante unas políticas de reinserción social que están demostrándose obsoletas, pueden terminar incubando más elementos con la agresividad del prófugo joven sicario, algo que debe evitarse a la brevedad.