LUIS SILVA NOLE

El papa Francisco tiene una especial sensibilidad hacia las personas adultas mayores. Desde que fuera electo sucesor de Pedro, el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio aprovecha cada micrófono que tiene enfrente para pedirle de forma franca al mundo un mejor trato, consideración, valorización y respeto hacia las personas de la tercera edad, a los que él, cariñosamente, llama “viejos”.

El 15 de marzo pasado, apenas dos días después de haber sido elegido Sumo Pontífice, el primero de Latinoamérica, en un encuentro con los cardenales en el Vaticano, Francisco lanzó su primera arenga: “Los viejos tienen la sabiduría de haber caminado la vida”.

“La mitad de nosotros estamos en la vejez. Como los viejos Simeón y Ana, cuya sabiduría les permitió reconocer a Jesús, donémosles esa sabiduría a los jóvenes, como el buen vino, que con los años se vuelve mejor. Démosles a los jóvenes la sabiduría de la vida”, les instó.

Horas antes de su entronización, realizada el 19 de aquel mes, Su Santidad, de 76 años, se comunicó vía telefónica desde Roma con miles de fieles que hacían vigilia en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, en Argentina. Les dijo: “Cuiden la familia. Cuiden la naturaleza. Cuiden a los niños. Cuiden a los viejos”.

SINÓNIMOS DE SABIDURÍA El 22 del julio, durante el vuelo que lo llevaba a Río de Janeiro para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el Papa fue directo con los periodistas que lo acompañaban: “Un pueblo tiene futuro si va adelante con los dos puntos: con los jóvenes, con la fuerza, porque lo llevan adelante, y con los ancianos, porque ellos aportan la sabiduría de la vida”.

“Y tantas veces pienso que cometemos una injusticia con los ancianos cuando los dejamos de lado, como si ellos no tuviesen nada que aportar. Tienen la sabiduría, la sabiduría de la vida, de la historia, de la patria, de la familia”, señaló.

Para el padre Miguel Vassallo, vicario episcopal de Juventud y Vocaciones del Arzobispado de Lima, el papa Francisco “habla, como Cristo, de manera sencilla y profunda de los acontecimientos de la vida diaria que tocan nuestro corazón”.

“¿Quién no tiene el cariño del abuelito como uno de los principales en su vida? Muchas veces, por las responsabilidades laborales de mamá y papá, ellos nos enseñan a rezar, nos dan consejos y son los brazos donde siempre nos sentimos seguros”, dice Vassallo.

“Francisco nos pide valorar y ser agradecidos. Cuando ya no puedan valerse por sí mismos, recordemos los sacrificios y desvelos que, por amor, ellos hicieron por nosotros”, agrega el sacerdote peruano.

El 25 de julio, ya en la JMJ, Bergoglio se dirigió a miles de jóvenes argentinos y, con la energía de un padre, criticó el culto al dinero que profesa la sociedad actual y cómo esta excluye a jóvenes –porque se les priva de la dignidad que da el trabajo– y a adultos mayores.

“Hay una eutanasia escondida; es decir, no se cuida a los ancianos. Pero también hay una eutanasia cultural: no se les deja hablar ni actuar”, expresó.

Asimismo, un día después, durante el rezo del Ángelus, el pastor de la Iglesia Católica exclamó: “Hoy, en esta fiesta de los santos Joaquín y Ana, se celebra, tanto en Brasil como en otros países, la fiesta de los abuelos. Qué importantes son en la vida familiar para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe, esencial para toda sociedad. Y qué importante es el diálogo intergeneracional, más en la familia”.

El sociólogo peruano Gonzalo Portocarrero coincide con Su Santidad. “Ahora se vive bajo el imperativo de trabaja y consume, pero falta, como dice el Papa, más amor, especialmente con los más viejos”, dice.