RALPH ZAPATA RUIZ
Cusco. Cuando Felipe Achahui escucha que Luis Choy está muerto, sus ojos se paralizan y su expresión cambia. “¿En serio? –pregunta con la voz alterada y moviendo las manos– ¿Quién hizo la exposición en Mahuayani?”. “Sí”, le responde el fotógrafo Richard Hirano, conteniendo un poco su acelerada respiración a 4.500 metros de altura.
En el 2008, Luis Choy con mucha fe y bastante esfuerzo logró llevar la exposición “Retratos de fe” hasta el poblado de Mahuayani. Él quería que los propios protagonistas de la fiesta de Qoyllur Riti vieran el fruto de su trabajo. El lunes solo sus fotos volvieron al Cusco.
Richard entrega algunas de las fotos de Choy a la hermandad religiosa y se quiebra. Es comprensible. Hacer un viaje que hiciste en dos ocasiones con un gran amigo, pero esta vez solo y para entregar su trabajo con el que lo recordarán, no es sencillo. Achahui, que sostiene en sus manos el cuadro de un personaje con una máscara de carnero, promete colocar todas las fotos de Luis Choy en las paredes del templo ubicado en Sinankara. “Será como un homenaje. No se preocupen, hermanos”, agrega el ex presidente de la hermandad de Señor de Qoyllur Riti.
Llegar hasta el templo del señor de Qoyllur Riti es un sacrificio. Lo saben y lo han padecido miles de fieles, danzarines y periodistas que han partido desde Mahuayani, un poblado del distrito de Ocongante, provincia de Quispicanchi.
La meta es Sinankara, donde se encuentra el templo. Una explanada color maíz, enclavada en medio de dos cerros inmensos y un conjunto de nevados. Choy sigue presente, allí, en medio de la fiesta. Lo recuerdan algunos qapac negro, como Jhonatan Borda. “Sí me acuerdo de la exposición. Allí vi a varios danzarines, pero entre tantos que vienen a la fiesta no recuerdo quiénes eran. Qué lástima su muerte”, comenta.
Y así siempre habrá un danzarín o poblador que recuerde al ‘Chino’ Choy. Este año han venido a la peregrinación 40 mil feligreses. Todos han tomado la misma ruta que, hace más de cinco años, siguió Luis Choy. Ese mismo camino que aún guarda sus pasos silenciosos y su sonrisa sincera.**