LUIS SILVA NOLE @Lucho_Silva

“Mañana cumpliré 32 años. Mi ‘hobby’ es editar videos e ir de compras. Contra lo que muchos pensaban, no he muerto de hambre tras estudiar Arqueología. Creo que hay que aprovechar las oportunidades, y buscarlas. Mi padre es negro, de Barbados. Allá vive. Mi abuelo paterno era blanco y mi abuela paterna, negra. Me criaron mis abuelos maternos, que son de Pucallpa. Mi mamá me tuvo de muy joven, en Lima. Ella vive en Argentina. Me siento americano. América es el resumen de los pueblos del mundo. Y todo empezó con hombres como Pizarro”. Edwin Greenwich, arqueólogo y estudioso de los restos de Francisco Pizarro.

En la catedral de Lima, los restos de Francisco Pizarro descansan cerca de láminas de la investigación sobre el conquistador hecha por Edwin Greenwich Centeno. Ayer se cumplieron 472 años del asesinato del español, y el arqueólogo detalla esa muerte atroz.

Se tuteó con el esqueleto histórico más polémico del Perú todo el 2007 y parte del 2008. Muchas veces a solas, Edwin, quien también trabajó en el Equipo Peruano de Antropología Forense, dejó que esa osamenta le contara aspectos desconocidos de Pizarro.

—¿Cómo nace en usted el deseo de ser arqueólogo? No iba a ser arqueólogo. En el 97, después del colegio, estudié un año de Ciencias de la Comunicación en un instituto, pero en el 99 acompañé a mi abuelo a Pucallpa. Ahí conocí a una bioantropóloga francesa, quien me pidió servicios de traducción y que le filmara sus investigaciones en las comunidades nativas de la selva. Así nació mi interés y decidí estudiar Arqueología en San Marcos.

—¿Y cómo llega a relacionarse con los restos de Pizarro? A finales del 2006, casi al término de mi carrera universitaria, presenté un proyecto al Arzobispado de Lima. Era un piloto de tesis. Se llamó Proyecto Académico de Investigación Bioarqueológico e Historiográfico Francisco Pizarro. Quería estudiar los huesos de Pizarro. Y obtuve el visto bueno. La fundación española Obras Pías de los Pizarro ayudó con la financiación. Convoqué a profesores y alumnos. La meta era conocer al hombre más allá del personaje histórico. Los huesos hablan.

—Pero los restos que están en la catedral siempre han despertado escepticismo. ¿Está seguro de que son del conquistador? Por lo que he estudiado, hay un 90% de posibilidades de que sí. Para casos policiales, basta que la antropología forense fije un 80% para que la autentificación sea positiva. En Pizarro aplicamos antropología forense para analizar su cráneo hallado en la catedral, en una caja de plomo con su nombre en 1977, junto a su maxilar y la empuñadura de su espada. Y también para estudiar el resto de sus huesos, encontrados en otra caja junto a restos de otras personas. Vimos cuáles eran de él con métodos métricos. Tiene casi todos los huesos. Le faltan algunas falanges.

—Sin embargo, hubo quienes no aceptaron que se trate de Pizarro. Antes del episodio de la caja, se pensaba que unos restos apócrifos eran de él. El arqueólogo Hugo Ludeña estudió a los del 77 y certificó la autenticidad, pero Edmundo Guillén Guillén y Antonio San Cristóbal rebatieron su teoría diciendo que el cráneo no encajaba con las vértebras, que este tenía pupas de mosca, lo cual no estaba de acuerdo con datos históricos del enterramiento, y que la mordida no era exacta.

—¿Y cuál es la verdad? Yo quería ampliar la investigación de Ludeña, pero ante la polémica decidimos partir de cero, como si fuera un NN. Así vimos que el cráneo y las vértebras sí compartían la misma patología de la articulación, y que la mordida no encajaba porque, como al momento de su muerte Pizarro ya no tenía molares, los alveolos se habían cerrado y la quijada se había ido naturalmente hacia adelante. Y, con estudios en cerdos, probamos que las pupas pueden adherirse bajo tierra. Solo falta la prueba de ADN, pero no hay descendientes directos de rama masculina.

—A Pizarro lo mata un grupo de almagristas. Se sabe de la estocada en la garganta. ¿Cómo fue todo eso? Las crónicas relatan que sus asesinos fueron 12, y que mínimo cada uno le asestó una herida de arma punzocortante. Los huesos de Pizarro dicen que lo mataron hasta con 20 heridas de espada. Fue brutal.

— José Antonio del Busto comparó su muerte con la de Julio César. Fue atroz. Notamos la lesión en la zona de la garganta, entre la cuarta y quinta vértebra cervical. Se ve la impronta de un artefacto laminar de doble hoja, que entra, corta y fractura el hueso. Hay otra lesión perimórtem en la primera vértebra cervical, que viene de lado lateral derecho y pasa por donde va una arteria que lleva sangre al cerebro. Esas dos heridas son de necesidad mortal.

—¿Qué otras heridas notó? Destaca una lesión por atrás, un intento de decapitamiento. Un corte indica que le vaciaron el ojo izquierdo. Hay otro corte recto en el pómulo derecho. Le volaron de tajo parte del hueso de un codo. Se nota que se defendió bravamente. También hay cortes en la sexta vértebra torácica, en el pecho, y en la primera lumbar, en el estómago. Y fracturas en el cráneo, que serían del famoso cántaro que le tiraron al final. Enterarme de todo ello fue como ver una película. Me llenó de miedo y tensión.

—¿Qué arrojó la investigación en cuanto al físico de Pizarro? Murió pasados los 60 años, un sobreviviente para su época. Sufría artrosis y artritis, de problemas en sus articulaciones. Tenía hernias discales. Sufría dolor y caminaba con dificultad. Ya no podía cabalgar y comía solo vegetales. Tenía crecimientos óseos por los talones, lo que indica que caminó mucho en su vida.

—¿Le cogió cariño al personaje? Soy un privilegiado por haber dialogado con los huesos de Pizarro. Al estudiarlos aprendí a respetar al personaje. No lo juzgo. Hay que ver sus acciones en su contexto. Es un personaje de la historia mundial, uno de los que inició la globalización.