NELLY LUNA AMANCIO

Al inicio no había instrumentos, pero la música ya existía. Jimena creció escuchando los silbidos de su padre mientras tarareaba en el campo, allá en las frías alturas de Canchis. Ni ella, ni Rayden, ni Jesús, que escuchaba desde pequeño los huainos interpretados por los músicos locales, ni ninguno de los otros niños que acudieron a la convocatoria municipal para formar una orquesta juvenil en Checacupe sabía tocar instrumento musical alguno. “Al comienzo tuvimos solo clases de percusión rítmica”, dice el maestro Rafael Callañaupa. Golpeaban sus manos sobre las sillas y marcaban el compás. No había instrumentos, sí ritmo.

El inicio fue complicado. Se tuvo que persuadir a los padres: a muchos no les convencía la idea de que sus hijos abandonaran los quehaceres de la casa y la chacra para dedicar su tiempo a la música. Pero de eso hace ya año y medio. Los 41 niños y adolescentes que integran la Orquesta Andina Juvenil de Checacupe están ahora de pie, sobre el escenario, frente a un auditorio que no para de aplaudirlos. Acaban de interpretar “El cóndor pasa”, la música que según los pobladores Daniel Alomía Robles compuso inspirado en los cóndores de Checacupe. Es su presentación nacional en la sede del Ministerio de Cultura, en Lima.

DÍA UNO: LA NOCHE QUE NO PUDIERON DORMIR Son las 5 de la tarde del último miércoles y un suave viento de altura acompaña el atardecer en Checacupe, distrito de 5.000 mil habitantes bañado por los ríos Vilcanota y Ausangate. El repique de los charangos de los pequeños Elio Juculaca y Jesús Miguel Quispe quiebra el silencio del pueblo. Los integrantes de la orquesta juvenil están sobre las gradas del templo colonial y presentan parte del repertorio que tocarán en Lima, dentro de dos días. Desde las bancas de la plaza las madres orgullosas escuchan con ojos humedecidos de alegría. Es la despedida.

Checacupe se creó como distrito doce años después de la independencia. Su iglesia colonial es una de las joyas del distrito: conserva un hermoso altar de estilo renacentista cubierto en pan de oro. Una decena de pinturas de la Escuela Cusqueña y murales adornan sus paredes. Se construyó en el siglo XVI y en la base de las paredes se distinguen aún las piedras que alguna vez formaron parte de una huaca ofrecida a la Luna.

A las 7 de la noche, los niños terminan su presentación en la plaza y se retiran con pesar a sus casas: “Profesor, ¿no podemos tocar una más?”, dice Alissa Suma, una de las guitarristas. “¿He tocado bien?”, pregunta Edelin Cansaya, mientras acomoda su quenillo en un estuche. Las madres acosan al profesor y director de la orquesta, Rafael Callañaupa: ¿Qué pastilla tenemos que comprar para que no les afecte el avión? ¿Compramos alcohol? ¿Hará mucho frío en Lima? Las preguntas no cesan. Esa noche los niños no duermen pensando en su viaje a Lima.

La orquesta se formó por iniciativa del alcalde Alejo Valdez y del músico Rafael Callañaupa. “Queríamos promover un proyecto que desarrollara las capacidades cognitivas de nuestros niños”, dice el alcalde. Hicieron su primera presentación en octubre del 2012 y desde entonces no han parado de tocar. En diciembre del año pasado sus presentaciones ya habían sido vistas en Internet por miles de cusqueños residentes en Lima. La idea de viajar a la capital comenzó a gestarse, ninguno de los niños la conocía.

-Ya conozco Lima, aclara Jimena -¿Cuándo has ido? -Cuando estaba en la barriga de mi mamá, solo que no pude ver.

DÍA DOS: LA IMPORTANCIA DEL CONTRABAJO Mientras mira con intriga las escaleras mecánicas del aeropuerto del Cusco, Cristhian Maldonado se aferra con fuerza a su contrabajo. Sus compañeros más pequeños abandonan sus maletas y violines en manos de sus profesores y se acercan de prisa a las gradas móviles. No suben, no dicen nada, las contemplan a medio metro de distancia, como quien escudriña un fenómeno que no acaba de entender.

Ningún miembro de la delegación tiene sueño: ni profesores, ni autoridades, menos los niños. Se han levantado a la una y media de la madrugada, recogido sus mochilas y acudido a la plaza, desde donde partió el bus hacia el aeropuerto del Cusco, a dos horas de Checacupe. Cristhian Maldonado tampoco tiene sueño, tiene demasiadas preguntas que responder. Sus compañeros más pequeños lo atormentan: ¿Y si se cae el avión? ¿Y si vomito? ¿Y si te pierdes? El contrabajista se las ingenia para sortear con paciencia las inquietudes infantiles.

Una de las tareas más difíciles para el director de la orquesta fue encontrar a un adolescente que le atrajera el contrabajo. Los niños miraban con recelo el enorme instrumento. Ninguno se acercaba siquiera a tocarlo. La orquesta necesitaba un adolescente. “Y a esa edad los chicos están pensando en otras cosas y no en sumarse a una orquesta con niños”, dice el profesor.

Cuando Cristhian apareció tenía 16 años y quería tocar la guitarra. El director le mostró el contrabajo, pero le parecía enorme y raro. Qué tipo de instrumento tendría ese tamaño, por qué era necesario ese sonido tan grave. “No, profe, mejor la guitarra”, le dijo. Costó un poco de tiempo hacerle entender la gesta del contrabajo en una orquesta. Cristhian hoy dice que no cambiaría su instrumento por ningún otro.

DÍA DOS: EL VIOLÍN DERROTA EL TRÁFICO DE LIMA Son las 5 p.m. en Lima. No hay viento fresco y Phalchita, de 11 años, toca con ternura su violín en medio de la furia limeña que rodea la plaza San Martín. La orquesta interpreta la melodía que más le gusta y que más veces ha tocado desde que llegó a Lima: “Valicha”. La música lucha contra los cláxones y los vence. Los parroquianos que se han acercado a escucharlos los aclaman. Esa misma mañana los niños visitaron el Congreso e hicieron olvidar por minutos la disputa verbal en la que se habían enfrascado las bancadas aprista y nacionalista.

“Nuestro objetivo no es necesariamente que el niño se vuelva un músico profesional, sino que sea feliz”, dice el director de la orquesta. Todos los niños tienen buen rendimiento en el colegio. “La música desarrolla habilidades como la memoria y la concentración”, insiste el profesor.

DÍA TRES: LA PRESENTACIÓN Es viernes por la noche, en el auditorio Los Incas del Ministerio de Cultura. Detrás del telón, los ojos de Edelyn Cansaya recorren el escenario. Está inquieto. “¿Hay mucha gente?”, pregunta. Al costado de Edelyn, Rayden juega con sus pies. “Hace calor”, se queja. Es probable que en este momento muchos recuerden el fresco paseo de la noche anterior en el Circuito Mágico del Agua. Rayden fue uno de los más entusiastas en el túnel de agua, que atravesó abriendo sus dos manos como si celebrara un gol.

La presentación se inicia y el auditorio se rinde ante ellos. En Checacupe celebran: el evento se transmite a través de la radio local. El éxito de este aprendizaje, explica el director, tiene que ver con el método Suzuki: todos los niños tienen talento musical, “aprenden primero las notas y el ritmo de memoria, y después a leer la partitura”.

-¿Por qué era importante Lima? -Lima es parte del camino. No es el punto final, es una parada, recuerda el alcalde de Checacupe.

DISTRITO CON 180 AÑOS HISTORIA DE CHECACUPE El distrito fue creado en 1833, durante el gobierno del presidente Agustín Gamarra. Checacupe proviene de dos voces aimaras: kupe derecha, checa izquierda.

NIÑOS Y ADOLESCENTES La orquesta de Checacupe está integrada por niños de entre 8 y 17 años. Hay 10 violines, un contrabajo, un violonchelo, 6 mandolinas, 2 charangos, 7 quenas y 4 instrumentos de percusión.

DOCENTES El maestro y director de la orquesta es Rafael Callañaupa Quispe. Los docentes de vientos y violín son Carlos Turpo Umpire y Leandro Fernández Amaut, respectivamente.