LUIS SILVA NOLE

Un bastón acompaña sus pasos breves, lentos, y el tenue temblor de sus labios delata sus 97 años. En la sala de su casa, en Pueblo Libre, el comandante FAP Francisco Gabilondo Iribarri observa fijamente la medalla que el Ministerio de Defensa le otorgó tardíamente en el 2009 por haber participado en la campaña militar de 1941, que enfrentó al Perú contra Ecuador.v, y un torrente de recuerdos lo asalta.

Pero la evocación del héroe José Abelardo Quiñones Gonzales, compañero de armas suyo, es la que copa su pensamiento, más cuando el martes de esta semana se cumplieron 72 años de la inmolación del as de la aviación nacional.

El comandante, que en la guerra era alférez, describe la personalidad fuera del combate del entonces capitán peruano que dirigió su impactado avión sobre batería antiaérea enemiga. “Quiñones era ‘palomilla’ como él solo. En la escuela de aviación, él y sus compañeros de año nos dieron la bienvenida a los cadetes de primer año. Esa vez nos hicieron tomar un coctel. Resulta que el coctel estaba hecho con quinina, sulfato de sodio y sabe Dios qué más. Fue nuestro bautizo. Él era muy bromista, pero serio a la hora de la disciplina”, señala Francisco, quien durante el conflicto realizó vuelos de reconocimiento en la zona de selva.

“La muerte de Quiñones me produjo mucha pena. El que entra en la carrera militar tiene el sueño de llegar a ser héroe. Y solo algunos tienen el gusto de lograr esa meta y estar en el cielo, como él”, refiere mientras unas tímidas lágrimas se asoman por sus ojos.

LA MUERTE DE CERCA El teniente general FAP José Heighes Pérez Albela, de 94 años, también era alférez durante la guerra. El 26 de setiembre de 1941, el Curtiss Falcon que volaba Heighes, integrante de la 82da. Escuadrilla de Información Marítima, fue alcanzado por fuego ecuatoriano.

Él quedó herido en el cuello, pero nunca olvidará cómo el suboficial Manuel Polo Jiménez, quien iba en la nave con él con la misión de fotografiar la zona de Santa Rosa, fue mortalmente herido en la cabeza. Con esfuerzo, Heighes retornó a la base de Puerto Pizarro.

También recuerda a Quiñones. “Pepe era un muchacho abierto, dicharachero, bromista. Con el tiempo yo me casé con su prima. Fuimos muy amigos. En el vuelo era audaz. Un gran piloto de caza. Cuando se graduó, hizo un vuelo invertido a menos de dos metros del suelo. Fue espectacular”, evoca.

Sin dudar, José Heighes, quien fue ministro de Aeronáutica en el primer gobierno de Fernando Belaunde, dice que si la patria llama, iría de nuevo.