Ralph Zapata Ruiz
Cusco Sergio, de 7 años, corre a abrazar a Markus, se prende de sus piernas y empieza a saltar de emoción. Como él, decenas de niños de Urubamba, en Cusco, hacen lo mismo con el resto de voluntarios alemanes, esta tarde soleada en la comunidad de Chicón, donde se inaugurará la octava casa-refugio del albergue Munaychay (qué lindo, en quechua).
El lugar está rodeado de montañas, pinos, álamos y eucaliptos y se ubica a veinte minutos de la ciudad de Urubamba.
Markus Bulgrin también es voluntario alemán, toma a Sergio en sus brazos y entran juntos, jugando, a la casa-refugio. Él ha llegado hace cuatro meses y se quedará un año como voluntario aquí, en el Valle Sagrado.
Munaychay es el resultado de 15 años de trabajo de la ONG Corazones para el Perú, una asociación civil fundada por Arnold Dieter, un alemán altruista que visitó Cusco por primera vez hace 17 años. Entonces Arnold vino como turista. “Quería hacer un viaje espiritual con unos amigos. Aquí me di cuenta de la pobreza extrema y de todo lo que sufren los peruanos. ¿Qué me motivó? Esta frase: ‘Lo que entregas por la ventana, te traen los ángeles por la puerta’ Así nació mi proyecto”.
NUEVA ESPERANZA El pasado miércoles 3 de abril se inauguró la octava casa-refugio de Munaychay, que ya cobija a setenta niños, recogidos de la calle, pobres y sin padres. “Esta nueva casa permitirá que diez niños más, pobres y abandonados, puedan vivir aquí. Nosotros los cuidamos, los llevamos a la escuela, los alimentamos y les enseñamos a ser hombres de bien”, contó Sandra Rodríguez, directora de la ONG.
Actualmente, Corazones para el Perú cuenta con 85 trabajadores, de los cuales veinte son voluntarios alemanes, como Ebba Laing. Amante de los niños y la ayuda social, ella llegó hace ocho meses a Urubamba.
“Vine porque quiero aprender español, ser útil para alguien más, y conocer otra cultura. Claro que volvería al Perú, porque acá la gente es muy cálida, amable y, aunque son pobres, siempre se los ve felices”, dice.
DESARROLLO SOSTENIBLE Al día siguiente, jueves, los voluntarios alemanes se dirigieron a Huilloc, a 25 minutos de Ollantaytambo. Allí inauguraron un restaurante turístico de dos pisos, con capacidad para treinta personas, construido con materiales rústicos de la zona.
“La idea es que, al inicio, una de las voluntarias cocine en el restaurante y les enseñe a los comuneros. Después, en el futuro, ellos mismos deberán sostener el restaurante y sacarle provecho. Queremos que sea un proyecto sostenible en el tiempo, y les ayude a salir de la pobreza”, contó Markus Bulgrin.
Felizmente, no estarán solos. La empresa Lima Tours los apoyará con grupos de turistas que visitarán Cusco y el Valle Sagrado. Marlene Espinoza, de la compañía, dijo que ellos anualmente atienden a 30 mil turistas y que al 10% de estos le ofrecerán el circuito que incluya Huilloc y el recién estrenado restaurante.
Cerca del restaurante hay seis piscigranjas montadas por la misma ONG. Las truchas que de allí se extraen servirán de insumos para los platos que se ofrecerán en el restaurante. Hasta el momento, la ONG ya ha invertido en el Perú US$6 millones en sus quince años de existencia en nuestro país. Una lección que debería estimular a las autoridades para imitarla en sus pueblos.
MULTIPLICANDO AYUDA APORTE PARA VIVIENDAS El fundador Arnold Dieter anunció que aportarán S/.60 mil para reconstruir las más de veinte casas destruidas en la comunidad de Tanccac, en Ollantaytambo. No obstante, esperan que el municipio realice trabajos de enrocado y defensa ribereña para evitar nuevos desastres en la zona.
LLAMADO A LAS EMPRESAS Alberto Huamán, presidente de la comunidad de Huilloc, agradeció el esfuerzo y ejemplo de Corazones para el Perú por haberles creado un negocio para ellos, para su comunidad. Además, la ONG apoya con material educativo la escuela de Huilloc y Chicón. Dieter hizo un llamado a los empresarios para que se sumen al proyecto.